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SOSTENIBILIDAD | 08.02.2021

¿Por qué la fauna salvaje (y la biodiversidad) no para de decrecer y no se consigue detener la tendencia?

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A pesar de los esfuerzos de numerosas organizaciones, cada año desaparecen numerosas poblaciones de animales salvajes y la tendencia es que lo sigan haciendo los próximos años. ¿Se puede hacer algo al respecto?

De todos es sabido que el ser humano y su evolución como especie en el último siglo y medio ha traído consigo problemas medioambientales, debido al aumento indiscriminado de la contaminación a todos los niveles.

Solo en las últimas décadas ha crecido la concienciación ante una situación que a corto plazo no tiene visos de mejorar. Y es que, a pesar de que muchos países han comenzado a trabajar para frenar el cambio climático antes de 2050, cada año se siguen superando todo tipo de dudosos récords que tienen como consecuencia una pérdida alarmante de biodiversidad.

La fauna salvaje, muy afectada

A este escenario tan complicado hay que unir la situación crítica de la fauna salvaje, sobre todo si se atiende a datos históricos como los recogidos por el Índice Planeta Vivo (IPV) que la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL) ha proporcionado a la ONG World Wildlife Fund (WWF). Este organismo señala que desde el año 1970 hasta 2016, las poblaciones de vertebrados de fauna salvaje (mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios) ha caído un promedio del 68%, lo que se traduce en casi 21.000 poblaciones. Sin duda, un número catastrófico que desde numerosas organizaciones solicitan frenar. No en vano, solo entre 2014 y 2016, el desplome fue del 8%.

En este sentido, la situación resulta especialmente crítica en América Latina, donde ese porcentaje asciende hasta el 94%. Eso sí, lo peor de este dato es que en ese territorio se hallan tres de los países con más biodiversidad del mundo, como son Colombia, México y, sobre todo, Brasil.

Y es que en este estado, la deforestación supone uno de los grandes retos a los que deben enfrentarse. De acuerdo con los datos que ha ofrecido recientemente el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE), solo durante el primer cuatrimestre de 2020, las alertas de deforestación en la Amazonía se incrementaron hasta un 64% respecto al mismo período del ejercicio anterior.

Ecosistemas acuáticos

Pero no solo los ecosistemas terrestres están sufriendo, como en el caso de las amplias áreas situadas en torno al Amazonas, los acuáticos en general y los de agua dulce en particular, se están deteriorando en mayor medida debido a la intervención humana. Por ello, las especies que mayor deterioro están experimentando pertenecen al reino de los anfibios, los reptiles y los peces.

La causa de que se esté llegando a esta situación hay que buscarla en el cambio de los usos del suelo y en la sobreexplotación de los recursos. Si a eso se le une el cambio climático provocado por el aumento paulatino de las temperaturas, el resultado es que numerosas especies vegetales se extingan y, con ellas, las especies animales que no son capaces de adaptarse a un entorno al que no están habituadas y que resulta especialmente incompatible con su supervivencia.

Estos datos ofrecidos por WWF se ven refrendados por el informe del IPBES (Panel Internacional de Expertos en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos) de Naciones Unidas. En él se explica cómo el impacto provocado por los seres humanos ha sido la causa directa de la desaparición “masiva” de especies. No en vano, apunta que hasta un millón se encuentran en un grave peligro de extinción. Además, el IPBES asegura que más del 40% de los polinizadores invertebrados (abejas, mariposas…) se encuentran en peligro, a los que se suman el 16,5% de los vertebrados.

Un aviso a la humanidad

La pérdida de biodiversidad es algo que el ser humano no puede pasar por alto, aunque esta se deba en ocasiones a la explotación de terrenos para prácticas agrícolas. En este caso hay que abogar por modelos de economía circular y de agricultura justa y razonable. De lo contrario, las personas sufrirán las consecuencias.

Tal y como apuntan en el informe de WWF, “la salud de la humanidad depende en gran medida de una naturaleza sana. Desde aire fresco, agua potable y alimentos hasta energía, medicinas y materiales, la naturaleza es vital para nuestra supervivencia y bienestar”.

Tanto es así que la aparición del coronavirus puede estar relacionada con este escenario, ya que el maltrato al que la humanidad somete a la naturaleza provoca la aparición de enfermedades relacionadas con los animales (zoonóticas). Es el caso del ébola, el SARS y, claro está, de la COVID-19.

“En plena crisis del coronavirus, cabe recordar que los ecosistemas intactos proporcionan barreras naturales a enfermedades como esta. El dinero público no debería invertirse en rescatar a las empresas más contaminantes sino a cuidarnos protegiendo la naturaleza, y a permitir la transición de las personas trabajadoras hacia empleos verdes, apoyando también una España rural que nos brinde lo que necesitamos para una vida sana”, ha comentado al respecto Pilar Marcos, responsable de biodiversidad en Greenpeace España.

¿Por qué no se logra frenar?

Contestar a esta pregunta resulta realmente sencillo ya que la única respuesta válida es que no se toman las medidas necesarias para frenar una tendencia terrible para los ecosistemas de todo el mundo.

Ante esta situación conviene plantearse cuáles deben ser esas medidas. La Fundación Aquae propone diez consejos que no se deberían pasar por alto:

1. Prohibir la caza de animales, especialmente de todas aquellas especies que pueden estar en peligro de extinción.

2. Evitar la deforestación de bosques ya que la tala de árboles provoca un caos en la vida de los animales.

3. Delimitar las áreas protegidas y reservas naturales.

4. Evitar la contaminación de los recursos naturales, de manera que no solo los animales no sufran las consecuencias, sino que el propio ser humano no se vea perjudicado.

5. Promover planes para la reproducción en cautiverio.

6. Contribuir a la disminución de la tala de árboles con el reciclaje.

7. Respetar las áreas protegidas y reservas naturales. No solo hay que delimitarlas correctamente, sino que resulta clave vigilar su buena conservación.

8. Comprar con responsabilidad.

9. Restaurar los ecosistemas.

10. Hacer donaciones a aquellas entidades que ayuden a mantener la biodiversidad del planeta. A fin de cuentas, cualquier ayuda será bienvenida.