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TRANSFORMACIÓN | 16.02.2022

¿Puede la tecnología hacernos menos inteligentes?

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Cada vez aparecen más investigaciones sobre el modo en que la tecnología nos aleja del mundo real y nos hace vivir en “burbujas” donde solo vemos aquello que deseamos.

Durante los últimos 150 años, los avances tecnológicos han sido constantes y han llevado a que el ser humano evolucionara a una velocidad nunca vista en el transcurso de la historia. No hay más que echar un vistazo al desarrollo del siglo XX para darse cuenta de que en apenas 70 años se pasó de intentar volar a llegar a la Luna. Esta incansable carrera tecnológica ha traído asociada una evolución paralela de las propias personas, que han aumentado su esperanza de vida y han incrementado su coeficiente intelectual, tendencia que sin embargo se ha frenado en la generación de los nativos digitales. 

Ante esta situación han surgido numerosas voces que advierten de que un uso inadecuado de las Tecnologías de la Información (Internet, redes sociales…) puede estar limitando el desarrollo cognitivo. Esto se traduce en que las personas son cada vez menos inteligentes y abiertas de mente. 

El escritor estadounidense Nicholas Carr es una de esas voces y lo lleva siendo desde hace una década, cuando ya avisaba del peligro que suponía encomendarnos a Google. Recientemente ha publicado Superficiales: lo que internet está haciendo con nuestras mentes, libro en el que explica detalladamente cuáles son las consecuencias del uso masivo de la tecnología actual.

La generación que no supera a sus padres

Las ideas que Nicholas Carr expone y que se recogen en una entrevista en BBC News están apoyadas por otro libro titulado La fábrica de cretinos digitales, escrito por el neurocientífico francés Michel Desmurget, director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud de Francia.

En este volumen explica cómo el llamado efecto Flynn, consistente en que la generación de los hijos siempre tiene un mejor coeficiente intelectual que la de los padres, se ha mantenido a lo largo del último siglo. Sin embargo, con los citados nativos digitales esta tendencia se ha detenido, lo que para el propio Desmurget es algo dramático ya que demuestra que hay algo en los avances tecnológicos que no se está utilizando correctamente.

“Varios estudios han demostrado que cuando aumenta el uso de la televisión o los videojuegos, el coeficiente intelectual y el desarrollo cognitivo disminuyen”, asegura en una entrevista Michel Desmurget, a lo que añade: “Los principales fundamentos de nuestra inteligencia se ven afectados: el lenguaje, la concentración, la memoria, la cultura (definida como un corpus de conocimiento que nos ayuda a organizar y comprender el mundo). En última instancia, estos impactos conducen a una caída significativa en el rendimiento académico”.

TECNOLOGIA

A eso hay que añadir que el excesivo uso de pantallas también empeora las interacciones familiares, las cuales se antojan esenciales para el desarrollo emocional de las personas, la calidad del sueño y la capacidad para concentrarse.

Incapaces de prestar atención

Por lo tanto, las ideas de este neurocientífico se hallan en el mismo estadio que las que Nicholas Carr expone en su última obra, donde no tiene reparo alguno en asegurar que el uso constante y continuado de la tecnología roba la atención del ser humano y le hace “pensar peor”. 

Esto no es algo que el cerebro haga voluntariamente, sino que todo se debe a la ingente cantidad de datos que una persona recibe al navegar por internet o al usar una red social. Según este escritor, la información llega muy fragmentada y en múltiples formatos (vídeos, fotos, textos…), a lo que hay que añadir las constantes notificaciones. “Hemos aprendido a estar constantemente estimulados para recabar pedacitos de información todo el tiempo, pero no nos sentimos estimulados para tomarnos las cosas con calma, para concentrarnos, para estar enfocados en algo, para prestar atención”, asegura en la entrevista para BBC News, donde también afirma que “las formas más elevadas de pensamiento —la contemplación, la reflexión, la introspección, incluso la respiración profunda— requieren que prestemos atención, que eliminemos las distracciones y las interrupciones. Sin embargo, la tecnología de internet hace exactamente lo opuesto: nos interrumpe y nos distrae constantemente. Como consecuencia, estamos perdiendo nuestra capacidad de implicarnos en las formas más elevadas de pensamiento que tenemos disponibles los seres humanos”.

Dependencia de las redes sociales e internet

Cabe señalar que en ningún momento los autores hablan de apartar la tecnología y volver a un estadio anterior, ya que esta no solo es necesaria, sino que es capaz de mejorar la vida de las personas sustancialmente. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya que señalar los problemas que acarrea, especialmente cuando en el pasado se pensaba que internet haría más inteligentes a los seres humanos.

Al contrario, Nicholas Carr considera que nos estamos volviendo “menos inteligentes, más cerrados de mente y, de cierta manera, intelectualmente limitados por la tecnología”. 

Y es que la tecnología nos hace más cómodos, nos ofrece en segundos todo aquello que requerimos. En este sentido, cada vez más usuarios de las redes sociales las utilizan para informarse, cuando su cometido dista mucho de ser una fuente fiable de información. Esto se traduce en que esos usuarios solo leerán o verán aquello que desean, dando por sentado que lo que aparece en la pantalla es la realidad. 

Sin embargo, no es más que “su” realidad, ya que las grandes tecnológicas dueñas de las redes sociales no buscan lectores, sino clientes. Y como tales, les ofrecen aquello que quieren mediante el empleo de complicados algoritmos y un creciente uso de la inteligencia artificial. “Eso hace que vivamos en sociedades más polarizadas, que pensemos de manera más emocional y menos racional, aun cuando se trata de asuntos muy complejos”, explica el propio Nicholas Carr.

“Degradación humana”

“Vamos siendo conscientes de cómo las notificaciones tratan de ‘secuestrar’ nuestra atención. Si los diseñadores lo usan a su favor pueden hacer que pasemos más tiempo en su producto, atraer nuestra atención para que nos fijemos en ciertos elementos a través de aspectos como el brillo de la pantalla y otros pequeños trucos”. Estas palabras son de Randima Fernando, cofundador junto a Tristan Harris del Center for Humane Technology, desde el que pretenden revertir la “degradación humana” y “realinear la tecnología con nuestra humanidad”. 

Ambos científicos consideran que la limitada mente humana ya no puede controlar la tecnología y que eso es algo que las “fuerzas del mercado” están aprovechando para controlar las tendencias e incrementar sus ventas. 

Así pues, el usuario tecnológico está expuesto a múltiples estímulos que a su vez son limitados, ya que le alejan del mundo real y le hacen vivir en una burbuja donde ve y lee aquello que quiere. Esto se traduce en un peor desarrollo cognitivo, pero también en la posibilidad de modificar la conducta humana.

El ser humano es predecible

Algunos investigadores del proyecto Experiencia e Inteligencia Artificial (AIEX) del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Massachusetts exponían el pasado mes de abril en el diario El País su punto de vista sobre cómo la inteligencia artificial (IA) puede llegar a ser capaz de alterar nuestra conducta. Para ello solo deberá realizar la labor para la que ha sido diseñada, es decir, analizar los comportamientos y gustos de cada persona para ofrecerles sugerencias y mostrar en la pantalla aquello que seguramente quieran ver, leer, comprar o reenviar a un amigo. 

“La proliferación de sistemas de IA basados en algoritmos de predicción tiene un impacto muy importante en la libertad de elección del consumidor (en lo que piensa, en lo que siente, en lo que hace) y, por tanto, en la definición de su identidad como tal (en lo que es o deja de ser)”, explica en el artículo Pedro López Ugarte, sociólogo especializado en sociología del consumo y social media. 

Nir Eisikovits, profesor asociado de filosofía y director de AIEX, va aún más allá cuando afirma que “algún día, las personas podrán incluso encontrar una forma en que las máquinas puedan tomar decisiones sin algunos de los prejuicios que los seres humanos suelen mostrar”.