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SOSTENIBILIDAD| 19.01.2021

¿Por qué hay que evitar la despoblación rural? 

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La despoblación de las zonas rurales va más allá del abandono de pequeños pueblos, pues también afecta a nivel medioambiental y en la calidad de vida de las personas.

No son pocos los gobiernos estatales que están preocupados por la despoblación de sus núcleos rurales y el continuo éxodo que se está produciendo a entornos urbanos de grandes dimensiones. De acuerdo con un informe de Julius Baer, en la actualidad, la población rural en todo el mundo es del 47%, aunque las previsiones apuntan que en el año 2050 ese porcentaje habrá disminuido hasta el 30%. Esto se traducirá en que unos 6.700 millones de personas tendrán sus hogares en ciudades cada vez más pobladas.

No obstante, la situación en algunas zonas ya es más extrema. Por ejemplo, en Europa actualmente solo el 25% de sus habitantes residen en zonas rurales, mientras que en Norteamérica la cifra desciende al 17%.

Estas cifras tienen una serie de consecuencias negativas que se apuntarán a continuación y es por ello que la propia ONU recoge la problemática en uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (concretamente el ODS 11), ya que expone que debe haber un equilibrio entre los entornos urbanos y los rurales, pues solo de ese modo se conseguirá una mayor sostenibilidad en todos ellos.

Mucho trabajo por delante

Atendiendo a estas recomendaciones/peticiones, se deberá llevar a cabo un concienzudo trabajo para detener la continua (y por el momento irremediable) despoblación rural. Y no solo se deberá centrar en los municipios donde habita muy poca gente y que están abocados a desaparecer, sino que también habrá que hacerlo con otros pueblos de mayores dimensiones o con ciudades de menor tamaño que estén alejadas de las grandes urbes, ya que este tipo de poblaciones también está perdiendo habitantes.

Un buen ejemplo de ello se puede observar en España, país en el que los municipios que tienen menos de 1.000 habitantes han experimentado el éxodo de unos 142.000 vecinos en las últimas dos décadas. Tanto es así que si en el año 2000 congregaban a un 4% de la población, en 2018 ese porcentaje había disminuido hasta el 3,1%.

Consecuencias en el entorno rural

Disminuye la calidad de vida. Las personas que ven cómo los núcleos rurales se vacían, están expuestas a una pérdida en los servicios básicos que se ofrecen (sanidad, educación, alimentación…), ya que los propios ayuntamientos ven mermados sus presupuestos. Además, al quedarse sin población, las opciones de encontrar trabajo se esfuman, lo que obliga a los más jóvenes a marcharse en busca de un empleo que en el “campo” no van a hallar. Esa pérdida del dinamismo económico lleva consigo un empobrecimiento de la población que permanece y de los propios municipios, que llegan a perder patrimonio cultural.

Abandono de los cultivos. Este hecho no solo hace que se pierda riqueza, sino que ya no se producen alimentos locales y el campo “se echa a perder”. Esta situación conduce a que se produzca una especie de desertización rural provocada por haber roto un ecosistema que llevaba vigente durante años, e incluso siglos. Tales cambios también llegan a afectar a la fauna local, llegando incluso a desaparecer.

Degradación medioambiental. La menor producción agrícola y ganadera que provoca la despoblación rural es la causa de que los alimentos que antes se obtenían localmente se deban importar, lo que conlleva un aumento de la contaminación por su transporte.

Incendios. El abandono del campo es el motivo de que en muchas áreas surja todo tipo de vegetación. Esto es más acusado en las zonas boscosas, ya que en el momento en que los agricultores y ganaderos abandonan su actividad, ni se cuida el campo ni el ganado se come los arbustos. Eso conlleva un mayor peligro de incendio, así como de las posibilidades para controlarlo a tiempo, lo que conduce a una mayor desertificación.

Problemas en la ciudad

A pesar de las graves consecuencias que la despoblación tiene en los entornos rurales, no hay que olvidar que en las ciudades también surgen problemas derivados de la llegada constante de nuevos habitantes.

Sobrepoblación. El primero de ellos es el aumento del número de habitantes por kilómetro cuadrado, o lo que es lo mismo, un exceso de población que dificulta la tarea a las administraciones públicas encargadas de proveer los servicios fundamentales para su bienestar.

Aumento de los precios. El incremento en la demanda de vivienda también lleva consigo un encarecimiento de los alquileres. A eso se le une un coste de vida generalmente más elevado que en las zonas rurales y sueldos no demasiado altos debido a la amplia oferta de trabajadores que llegan constantemente.

Menor calidad de vida. Los problemas anteriores dan como resultado una peor calidad de vida, al igual que sucede en el ámbito rural, con el añadido de que en las grandes ciudades las personas están expuestas a una mayor contaminación. No en vano, alrededor del 70% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono provienen de sus calles. Por ello, no es de extrañar que la Organización Mundial de la Salud asegurara en el año 2016 que nueve de cada diez personas que residían en grandes ciudades respiraba aire que no cumplía con las directrices de calidad mínima que la propia OMS considera no dañinas para el organismo.

Mayor impacto medioambiental. Tal y como se ha apuntado, el aumento de la contaminación es constante en los centros urbanos. La llegada de nuevos habitantes y el aumento del área urbanizada es un hándicap que debe ser superado si se quiere salvaguardar tanto el medio ambiente como la salud de los ciudadanos. Por ello se han puesto en marcha todo tipo de proyectos de ciudades sostenibles que puedan afrontar una tendencia poco halagüeña si se desea frenar el cambio climático y disminuir las desigualdades entre personas.

En busca de soluciones

Así pues, el efecto de la despoblación de las zonas rurales va mucho más allá de que algunos pueblos terminen siendo abandonados -lo que ya de por sí muchas veces es un drama-, ya que afecta tanto a nivel medioambiental como en la calidad de vida de las personas. Esto ha llevado a que las autoridades se hayan planteado proyectos que, por un lado, eviten la emigración masiva, y por otro, se consiga una repoblación de zonas que han visto disminuir el número de habitantes (generalmente con una edad media muy elevada).

Dado que aún no se ha atajado el problema -aunque en algunos países parece haberse frenado-, las propuestas tienden a centrarse en unos puntos cruciales.

– El primero de ellos pasa por la diversificación en los sectores económicos, es decir, hay que ir más allá de la agricultura como sustento para revitalizar un área determinada. Eso no quiere decir que no se recuperen las explotaciones agropecuarias, pero la diversidad ha de aumentar para atraer a empresas y trabajadores.

Mejoras tecnológicas. Otro aspecto que resulta esencial para potenciar el empleo en el ámbito rural es la mejora de las conexiones, es decir, es necesario disponer de un buen ancho de banda en Internet que permita el uso masivo de tecnología. Eso además puede atraer a gente que tenga la opción de desarrollar su labor de forma remota y elija trabajar en un entorno más saludable y tranquilo que el que puedan encontrar en la gran ciudad.

Apoyo gubernamental. Obviamente, cualquier medida debe estar respaldada por los gobiernos de cada región o de cada país, que deberán ofrecer su apoyo mediante iniciativas que incentiven el empleo y las actividades económicas en las zonas que estén en constante declive.