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SOSTENIBILIDAD| 16.11.2022

¿Qué hacer para avanzar en una movilidad sostenible, eficiente e inteligente?

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Fomentar la movilidad sostenible y reducir la contaminación causada por los desplazamientos en medios de transporte, ya sean públicos o privados, es un objetivo del que hoy nadie duda. Pero ¿dónde se debe hacer más hincapié para conseguirlo?

Si nos fijamos en los datos de World Bank, que señala que 3 de cada 4 europeos vive en zonas urbanas, está claro que es en las grandes ciudades donde se deben centrar los esfuerzos para conseguirlo, sobre todo si se tiene en cuenta que hay países, como Bélgica, Luxemburgo, Malta, los Países Bajos o Suecia, en los que el porcentaje de población que vive en zonas urbanas se eleva hasta alrededor del 90%.

Podría afirmarse que el gran problema se encuentra en las ciudades, pero también que éstas son clave y son los entornos que se encuentran en mejores condiciones para abordar los cambios necesarios para avanzar en una movilidad sostenible y segura.

Lógicamente, se trata de un proceso a largo plazo, que ya empezó hace tiempo y que requiere del compromiso de todos: Administraciones Públicas, las primeras, pero también de organismos privados, empresas y ciudadanos en general. Por ello, es fundamental que todas las medidas que se vayan adoptando cuenten con el mayor respaldo y consenso posible, ya que sólo así se logra una mayor concienciación y compromiso por parte de todos.

Tres son las líneas de actuación que están llevando a cabo las ciudades más avanzadas en esta materia:

  • Medidas para reducir la contaminación
  • Políticas para disminuir el uso de los vehículos privados
  • Iniciativas que impulsen el uso de nuevas tecnologías

Las políticas para reducir la contaminación empezaron a implantarse hace tiempo y, entre otras, pasan por sustituir los vehículos de combustión por vehículos híbridos y/o eléctricos. La desaparición progresiva de los vehículos de combustión en la Unión Europea llevará tiempo, ya que afecta no sólo a la nueva producción de vehículos sino, y sobre todo, al parque automovilístico ya existente, que debería renovarse. Y precisamente en un momento de crisis económica como el que se está viviendo no parece ser una de las prioridades de los ciudadanos.

Pero no son sólo los particulares los que deben hacer ese esfuerzo sino también las Administraciones Públicas, ya que esa renovación también deberá extenderse a la flota de transporte público.

Este proceso necesitará la adaptación de muchas industrias: fabricantes, aseguradoras (que deberán diseñar nuevos productos para estas nuevas necesidades conviviendo con las pólizas actuales de vehículos de combustión), talleres, industrias de componentes, etc.

Restringir la entrada de vehículos a centros urbanos, delimitando zonas de bajas emisiones es otra de las medidas que se ha visto en los últimos años, siendo incluso sobrepasada por lo que ya se conoce como zonas de cero emisiones, es decir, áreas a las que directamente los vehículos de combustión no pueden acceder.

Hay ciudades que incluso van más allá y han impuesto peajes para el uso de vías urbanas, con un triple objetivo: mejorar la calidad del aire, reducir la contaminación acústica y la congestión del tráfico dentro de la ciudad. Londres y Estocolmo son un ejemplo de esta iniciativa, a la que también se han unido las ciudades italianas de Milán y Palermo, Bruselas (Bélgica), Delft (Holanda) o Gotemburgo (Suecia).

El transporte público también es responsable de la contaminación y, como se ha comentado anteriormente, su contribución a una movilidad más sostenible pasa por la modernización y el uso de vehículos ecológicos. Prácticamente todos los países europeos han iniciado este camino, que no parece tener marcha atrás, con diferentes programas encaminados a acelerar este proceso. Algunos van, incluso, más allá de lo que son los autobuses o trenes, incluyendo, por ejemplo, los vehículos destinados a los bomberos en Italia; o en los Países Bajos estableciendo como requisito para las nuevas concesiones que el combustible de los autobuses sea generado de manera completamente sostenible en 2025.

Para que realmente sea eficiente, además de invertir en vehículos sostenibles también son necesarias inversiones en infraestructuras de carga. La renovación de las cocheras de la Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT) son un ejemplo de esta apuesta. Las nuevas instalaciones incorporarán tecnología de carga de gas natural comprimido y preparadas para ser electrificadas cuando cuenten con una flota completa de cero emisiones. Es necesario abordar ambas perspectivas de forma conjunta.

¿Hacia dónde vas las tendencias en cuanto a la reducción del vehículo privado?

Las propuestas en este sentido parece que se decantan por reducir la velocidad a la que se conduce en las ciudades, fijándola en 30 kilómetros/hora, con el fin de mantener el nivel de emisiones en niveles mínimos de forma constante y disminuir los accidentes en los que se ven involucrados peatones, aumentando a la vez la seguridad.

Crear una configuración de los grandes núcleos urbanos en los que sea posible llegar al destino a pie o en bicicleta en menos de 15 minutos es una idea que se lleva tiempo barajando… aunque es más difícil de llevar a cabo, sobre todo en grandes urbes.

Poner en marcha planes para descongestionar los desplazamientos en el entorno laboral es otra opción. Dependiendo del tipo de actividad es más fácil o difícil realizarlo. Compartir vehículo con compañeros de trabajo, rutas de transporte laboral pueden ser algunas soluciones a tener en cuenta. En Reino Unido existen programas de adquisición de bicicletas a través de la empresa, o en Italia bonificaciones locales o programas para fomentar el cambio de vehículos de combustión por eléctricos.

Tecnología, nuevas plataformas de gestión del tráfico, Inteligencia Artificial, uso de datos, etc. En definitiva, innovación al servicio de la sostenibilidad y la movilidad se enmarcan en las políticas que pueden ayudar a impulsar nuevas formas de movilidad sostenible. Tal vez esto sea el futuro y también lo que requiera más desarrollo e investigación, pero la tendencia está ahí.

Conectar a usuarios con operadores de transporte público o vehículos compartidos o la introducción de la conducción autónoma son hoy ideas que tal vez mañana sean realidades. En Málaga, por ejemplo, existe un proyecto piloto: un autobús eléctrico y autónomo que realiza un trayecto de 8 kilómetros seis veces al día y, lo que es más importante, usa la Inteligencia Artificial para adecuar y optimizar las decisiones de conducción a lo largo de la ruta.  No es la única ciudad que está testando este proyecto. En Copenhague (Dinamarca) y Hamburgo (Alemania) también, aunque la novedad es que el proyecto de Málaga es el primero que se realiza con un autobús regular, es decir, de 60 plazas, ya que las pruebas en el resto de ciudades europeas se hacen con microbuses de 8 plazas.

Los países no luchan solos en este desafío. La Comisión Europea tiene diversos planes y estrategias que va a adaptando en función de los estudios y resultados que se van consiguiendo. Son varias las líneas de actuación, que podrían resumirse en la apuesta por una movilidad sostenible, inteligente y resiliente.

Una movilidad sostenible, que implica impulsar la adopción de vehículos sin emisiones, combustibles renovables e infraestructuras que permitan llevarlo a cabo, entre otras medidas.

Una movilidad inteligente con la que se modernicen los sistemas de transporte, gracias a las nuevas tecnologías.

Una movilidad resiliente ante futuras crisis, reforzando la seguridad y la protección de todos.

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