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CORPORATIVO| 10.11.2021

Edgar Abraham: “Al saxofón lo llaman instrumento porque es una extensión del alma”

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Edgar Abraham empezó a tocar el violín a los tres años, gracias a su padre, miembro de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, y de ahí surgió su vocación por el jazz junto a su maestro, que él considera familia, Héctor Miranda.  Virtuoso saxofonista, insiste -como coinciden los protagonistas de la campaña de MAPFRE Confiamos en ti, ¿y tú?– en la importancia del sacrificio, de la voluntad de cambiar las cosas y en crecer de dentro hacia afuera. Ha conseguido tres Grammy latinos, pero sus palabras están llenas de humildad y generosidad. Si algún día no pudiera soplar le quedarían su saxofón y la música, eternos e inagotables, como su confianza.

Eres un virtuoso desde niño, ¿qué importancia tuvo tu familia en tu afición musical?

Vengo de una de una familia musical. Mi padre fue músico por 30 años de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, violinista y, aunque está actualmente jubilado, sigue tocando. Obviamente estuve expuesto a la música clásica y por supuesto, a la música popular. Mis primeros recuerdos fueron verlo a él tocar su viola y, de igual forma, empecé de muy pequeño. Obviamente cuando se enseña a un niño puede ser simplemente para que tenga la experiencia, para que sienta cómo es el instrumento. Pero en mí pasó de ser una experiencia a un compromiso conmigo mismo, no solo con mi padre. Empecé a sentir que se trataba de cuánto yo podía aportar. Ser mejor persona, no desde el punto de vista musical, saber cuánto podía crecer, primero como ser humano, y luego como músico. Y así fue el proceso: de mucha introspección de manera natural, de mucho sacrificio.

… Igualmente, en ese sentido, cobra importancia la impronta de tu maestro Héctor Miranda.

Desde bien temprana edad… Cuando salíamos de las clases que me daba, seguíamos tocando prácticamente todo el día, ensayábamos seis u ocho horas, a veces nos quedábamos de un día para otro, y Miranda, de ser un maestro, pasó a ser parte de la familia. No todos pasamos por eso; a veces el maestro llega al salón de clase, da la tarea y no la milla extra en todo momento. Él vio el compromiso que yo tenía con la música y con él también. Nosotros dos actualmente tenemos proyectos juntos, estamos sembrando para el futuro.

El jazz es un género que, desde los orígenes, apela a la diversidad, procede de la unión de elementos y otorga un papel significativo a la improvisación. ¿Qué es para ti, hasta qué punto te dejas llevar artísticamente?

Para mí es una música espectacular. Obviamente hay un conocimiento técnico que hay que tener. Pero después, cuando uno comienza el jazz, hay una melodía principal y luego eso se transforma. Hay muchos formatos de composición, pero esa libertad se convierte en una especie de limbo y comienza un proceso más espiritual que teórico. Ésa es la magia del jazz. Es creatividad… Y la creatividad nace de la nobleza, de la realidad. Nace de lo genuino.

Obviamente existen múltiples géneros musicales que van desde lo urbano hasta lo sinfónico, pero en cada género musical hay solo dos vertientes: la buena música y la mala. La música buena es genuina, es la que tiene la música mejor compuesta. La mala lo es porque no tiene fundamento, no tiene esencia y no tiene nada que decir. Cuando tienes mucho que decir, generalmente las personas con mayor exposición y sensibilidad captan mejor la música.

El jazz es una filosofía de vida, un manifiesto que apela a la grandeza de los maestros; cuando uno empieza a estudiarlo desde sus orígenes en los años treinta, el jazz es el lenguaje de la música del futuro. Por eso existe la academia. Los maestros surgen para transmitir el conocimiento y hacer de él un compromiso de amor y lealtad a las futuras generaciones.

 

Al recordar tu trayectoria hablas de espontaneidad, confianza y talento. También de sabiduría. ¿Qué has aprendido en estos años como instrumentalista, compositor y ganador de varios Grammy latinos?

Yo creo que la mayor lección es que todo esfuerzo tiene un resultado positivo. Recuerdo que cuando estudiaba en la escuela intermedia, lo hacía hasta 12 horas diarias bajo un almendro gigantesco y frondoso que había en la parte de atrás de mi casa.  Vivía en la costa, donde sigue estando la casa de mis padres. Había chavales, el mal estaba ahí… Y yo pasaba con esa brisa y ese árbol todo el día estudiando a Charlie Parker[i]. Era la herramienta que tenía. Lo que sucedía en la comunidad donde vivía es que veía que algunos jóvenes se descarrilaban y yo decía: yo no. Sé que a través de la música voy a poder hacer otras cosas para no estar ahí.

Lo cierto es que caminaba de la escuela superior a la universidad, no sé cuántas cuadras, hasta cuatro veces en un día y ¡bajo el sol abrasador de Puerto Rico! Todavía tengo el mismo saxofón de hará -en enero- treinta y un años, el mismo que utilicé en la campaña. Es maravilloso.

¿Qué refugio te aportan la música y tu saxofón en un mundo tan incierto como éste, libertad, oxígeno? ¿Más aún ante la incertidumbre del mundo actual?

Desde que yo tomo la maleta [que protege el saxofón], ya me siento conmigo. Es parte de una extensión, porque por eso lo llaman instrumento, porque es el instrumento del alma. Aunque pasen los años y -ojalá no suceda-, el día que no pueda soplar lo agarro y escribo música, porque va a estar aquí. No es algo ajeno a mí, a mi existencia; la música no es lo que yo hago, es lo que soy. En este mundo tan incierto obviamente hay una percepción de la música muy distinta, más comercial. Todo eso tiene su propósito. La música es como un océano. Cada ola tiene su travesía y su lugar. El sonido se convierte en algo inquebrantable, eterno, que viaja a través del espacio y el tiempo. No es algo que en un mes suena y desaparece, como con la música comercial. Cuando uno hace música genuina, es eterna. Mozart, Bach, Liszt, Chopin… Es fascinante cuán eterna es su música.

 

[i] Saxofonista y compositor estadounidense de jazz, es considerado uno de los mejores intérpretes de saxofón alto de la historia, una de las figuras claves en su evolución y uno de sus artistas más legendarios y admirados.

 

 

Háblanos de Puerto Rico, ¿cómo dirías que ha evolucionado el ritmo de la isla y su gente? ¿Hay algo de tu país que haya influido esencialmente en tu música?

Puerto Rico son mis recuerdos. Quizás se conoce por la salsa, por la música urbana, el reguetón, que es muy popular… Pero hay una parte que es el folklore. Principalmente tiene tres vertientes: el criollismo, lo que se conoce como la danza puertorriqueña; la música autóctona del cuatro puertorriqueño,  que el instrumento nacional, y la música afro-puertorriqueña, que tiene principalmente dos estilos: la bomba puertorriqueña y la plena. ¿Cómo esos tres géneros empiezan a mezclarse? Pues porque aquí hay 3,5 millones de personas con gran diversidad escuchando todos esos estilos musicales. Yo veo desde la academia agrupaciones de salsa, agrupaciones de jazz, tantos jóvenes talentosos, y digo que la determinación y y la fuerza de todos los artistas está ahí en transmitir su arte y el escenario a la isla. Yo lo veo como un escenario de mucha resiliencia. Estando aquí uno sí se da cuenta de que los jóvenes universitarios tienen dos o tres trabajos y se van a estudiar. Hay unos problemas sociales muy serios -criminalidad, trata de menores, cosas horribles- pero veo a la gente que se levanta en las mañanas a las cinco de la mañana a trabajar y echa a su familia hacia adelante de manera muy genuina y humilde. Las personas y los artistas están dando prueba actual de su esfuerzo. Yo creo que es un fenómeno que está pasando a nivel mundial;  tengo un amigo en Polonia que está pasando por lo mismo, un excelente músico y vendiendo pizza en medio de la pandemia. Obviamente eso son cosas que hacen reflexionar. Yo creo que todo tiene que ver con la determinación y ser el bien, lo mejor que uno pueda. Somos humanos. La tendencia del ser humano es fallar, pero el catalítico debe ser la fuerza para establecer un escudo y mantener el temple ante cualquier adversidad. Lo único que uno tiene es la dignidad.

¿Sientes que has tenido suerte o crees que tu éxito es un premio que te llega después de tanto esfuerzo?

El reto es continuo. El éxito es estar en la fila. La suerte existe, vale, pero lo importante es la búsqueda hacia adentro. La tendencia ante muchos siglos de historia ha sido mirar hacia fuera, hacia lo inmediato. Pero uno se da cuenta de que hay personas que han tenido una visión hacia adentro, y ésa es la gran diferencia. Yo intento crecer de afuera hacia adentro y ver lo que puedo aportar.

¿Y qué más ocupa tu cabeza en este momento?

Siempre tengo como diez discos en la mente, pero actualmente tenemos una serie de presentaciones en un lugar muy especial que se llama El Distrito, un escenario nuevo en Puerto Rico. Es precioso. Es una sala gigantesca al aire libre, con una tarima colosal. Damos un concierto grande bajo una serie de eventos para hacer en el Lincoln Center [ii] en Nueva York el próximo año. Tenemos ese plan. Si vas a Nueva York, espero verte por ahí.

 

[ii] El Lincoln Center for the Performing Arts, más conocido como Lincoln Center, es un complejo de edificios de 61.000 m² en la ciudad de Nueva York y uno de los centros de artes escénicas más grandes del mundo.