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SOSTENIBILIDAD | 09.12.2020

Cristina Romera: “Más que limpiar, urge poner medios para evitar que el plástico siga llegando al mar”

Marta Villalba

Marta Villalba

Si bien el confinamiento propició una disminución de la contaminación, ­­con una caída del 5 por ciento en las emisiones de gases de efecto invernadero, según estimaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), la pandemia incrementa una vieja y peligrosa amenaza para el planeta: los residuos plásticos, provenientes del uso de mascarillas y guantes desechables. Según esta organización, alrededor de un 75 por ciento del plástico del coronavirus probablemente se convertirá en desechos que flotarán en los mares. “Las mascarillas quirúrgicas están compuestas de varios materiales, entre ellos, polipropileno. Este es un tipo de plástico muy común en el océano”, explica Cristina Romero Castillo (Jaén, 1982), química y oceanógrafa en el Instituto de Ciencias Del Mar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Distinguida con varios galardones de investigación por sus trabajos y carrera investigadora, como el Lindeman Award 2020 y el Premio L’Oreal “International Rising Talents” 2020, actualmente dirige un proyecto para estudiar qué bacterias marinas son las que utilizan los compuestos liberados por el plástico.

Para la investigadora, la pandemia ha supuesto una vuelta atrás en la reducción de plásticos: “Están llegando mascarillas y guantes al mar. Hay tantos tipos de plásticos que no va a ser peor de lo que ya hay porque es algo que ya existe. Al final es un residuo más y va a quedar ahí por mucho tiempo. Ese es el problema”. Con el paso de los años, todo lo que se arroja al mar se acumula en los giros subtropicales, en medio del océano, llega a través de las corrientes. Es lo que “se conoce como islas de plásticos, que en realidad no son islas como tales. Es decir, que si vas allí, no ves plásticos, se forman trocitos muy pequeños y para verlos tienes que tomar una muestra y filtrarla.”

Cada año se vierten a la naturaleza 100 millones de toneladas de residuos plásticos y la décima parte va a parar al mar, según la organización de conservación WWF. La científica precisa que los residuos plásticos en el mar suponen un problema porque liberan los compuestos químicos que se les añaden en su fabricación para darle maleabilidad y durabilidad. “Sí sabemos qué tipo de plástico es pero no conocemos los aditivos. Los fabricantes de plástico no los indican, son secretos, y esto está causando muchos problemas, ya no solo con las mascarillas por la pandemia, sino con todo el plástico que hay, porque no se sabe qué es”, señala Cristina Romera.

Microplásticos: del mar al estómago de animales y humanos

Y la preocupación no solo se ciñe a la vida marina, sino también a los humanos, ya que el plástico flotando en el mar absorbe los contaminantes que hay en el agua: “Estos compuestos químicos tóxicos también pueden pasar al organismo. Por ejemplo, en Barcelona hicieron un estudio en el que analizaron la orina de 20 voluntarios —hombres y mujeres con edades entre los 22 a 74 años— y encontraron al menos quince compuestos químicos diferentes que provenían del plástico. Lo que no sabemos es cuántos de ellos pueden pasar a los tejidos o a otras partes, si se han ido acumulando o si la exposición prolongada a esos compuestos puede también provocar algún daño porque muchos de ellos son cancerígenos y disruptores endocrinos”, advierte la investigadora. El informe sobre ingestión humana de plásticos de WWF avisa de que los microplásticos contaminan los alimentos y el agua hasta el punto de que una persona promedio ingiere cinco gramos de plásticos cada semana.

La cifra de 250.000 toneladas de plástico flotando en el mar ya suena alarmante, pero en realidad son miles de millones de toneladas, ya que supone solo el 1 por ciento de todo lo que va a parar allí. “Los muestreos que se hacen son de superficie, solo se ha contabilizado el que flota. Para solucionar el problema, más que limpiar, ahora urge evitar que siga llegando al mar. Porque el que está allí es casi imposible limpiarlo y, además, no sabemos ni dónde está. El 99 por ciento debe de estar hundido en el fondo”. Según estimaciones de la ONU, alrededor de 13 millones de toneladas de plástico son vertidas en los océanos cada año. Y si no se actúa, “la producción de plástico no solo crecerá, sino que se duplicará en las próximas décadas”, alerta este organismo.

En la buena dirección, pero se necesita más concienciación

La Unión Europea va a prohibir el plástico de un solo uso. A partir de 2021, ya no podrán venderse artículos de usar y tirar, como platos, vasos y cubiertos. “Esto es un avance importante porque el 50 por ciento del plástico que se produce es de un solo uso. Pero se necesita hacer mucho más y también mucha conciencia ciudadana”. Para lograr ese fin de ser conscientes del problema, Cristina Romera propone que antes de utilizar un objeto de plástico la gente se pare a pensar y se pregunte si realmente lo necesita, cuánto lo va a usar y si puede tener una alternativa reutilizable.

“En el día a día generamos un montón de plástico, y hay muchas cosas de las que podríamos prescindir. Por ejemplo, de las bandejas de poliespán en los supermercados. Hemos vivido siempre sin esto, no es necesario. Algunos establecimientos empiezan a eliminarlas para atraer a un consumidor responsable”.

En esa línea de optar por cosas que puedan volver a usarse, las mascarillas más respetuosas con el medio ambiente son las reutilizables. De estas, las que garantizan la eficacia incluyen el código UNE 0064 o UNE 0065 y deben poder lavarse como mínimo cinco veces a 60 grados en la lavadora, según WWF. Los guantes y mascarillas no se reciclan, van al contenedor gris (el de restos), nunca deben tirarse al amarillo.

“Solo se recicla el 30 por ciento del plástico que se produce, es muy poco, y hay mucho que no se puede reciclar”. Y los plásticos biodegradables tampoco son tan buenos como parecen, ya que muchos no son biodegradables en cualquier condición. “Para biodegradar se necesitan temperaturas muy altas. Si acaban en el mar, no se degradan porque la temperatura allí es fría para ese proceso. Por eso, mejor que el plástico biodegradable, sería no generar el residuo y usar algo reutilizable”, explica la investigadora del CSIC, quien sueña con contribuir a solucionar este gran problema que ha convertido al mar en el basurero del mundo.

“Estamos estudiando si hay bacterias que consuman los compuestos químicos que el plástico libera en el mar y se puedan emplear en la degradación del plástico. Ahora, estamos en una fase preliminar, identificando grupos de bacterias. La pandemia ha supuesto un parón en la investigación. Todavía queda mucho. Pero esto no va a ser la solución a todo. La solución la tenemos que poner cada uno de nosotros”.