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SOSTENIBILIDAD| 02.07.2021

Enrique Segovia/WWF: “Tenemos una relación rota con la naturaleza”

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                  Fotografía
© – Rich Carey – WWF Suecia
Enrique Segovia, director de Conservación de WWF (World Wildlife Fund, el Fondo Mundial para la Naturaleza) España, es una de las voces que más alertan de los peligros que amenazan al planeta, muchos de ellos provocados por el ser humano. Biólogo especialista en botánica y defensor a ultranza de la recuperación de la naturaleza y de su disfrute, repite “One Health” como un mantra, el concepto que aúna la promoción de una sola salud (medio ambiente, personas y animales) para salvaguardar el ecosistema. Nos acompañó recientemente durante la Semana MAPFRE, este año dedicada a la Sostenibilidad, y en esta entrevista repasa los asuntos más urgentes, las lecciones aprendidas de la pandemia y advierte de que queda una década para revertir la curva de pérdida de biodiversidad.
Leíamos recientemente a un ecólogo valorar el cambio de mentalidad en los jóvenes con respecto a la naturaleza, al decirle su hijo que los animales no son comida. ¿Qué suponen los animales y cómo aprender a respetarla más?

¡Ésta es una anécdota que incluso yo también vi con una sobrina hace unos años! Es verdad que, en un país como España, que se está haciendo cada vez más urbano y alejándose de la naturaleza, la relación con los animales va cambiando. La gente que se aleja de la naturaleza le pierde, por un lado, el cariño y por otro, el respeto. Eso es algo que tenemos que solucionar.

Las personas con un contacto mucho más directo con la naturaleza y los propios animales los ven de otra manera. Con el tiempo se va comprobando que las generaciones, y van avanzando en las sociedades, guardan una relación con los animales distinta, mucho más respetuosa, como debe ser.

La naturaleza forma parte de nuestras vidas, dependemos absolutamente de ella para todo. Nos lo cuentan en el colegio, pero no nos damos cuenta de hasta qué punto. Creemos que está ahí, que está a nuestra disposición y que la podemos usar. De hecho, lo hacemos de una manera muy perversa. Hemos cogido el aire, el agua, alimentos, recursos, y devolvemos cosas que no son naturales: basura, contaminación, plástico… Nos hemos encontrado en un momento en que estábamos enclaustrados y ahí nos hemos dado cuenta de que la necesitábamos para oír el ruido de los pájaros, para respirar, para mantenernos en forma. La pandemia ha ayudado a establecer un vínculo un poco más cordial con la naturaleza, que está deseosa de recuperar la conexión humana. En WWF consideramos que tenemos una conexión rota con ella.

¿En qué punto estamos? 

Yo creo que vamos a estar mejor, porque no nos queda más remedio. Los indicadores que estamos utilizando de destrucción de la naturaleza son alarmantes. Lo dijimos en nuestro informe Planeta vivo, lo refleja la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) de Naciones Unidas, y distintos estudios.

Estamos destruyendo la naturaleza secando ríos, eliminando humedales, sobreexplotando los mares, construyendo en las costas, eliminando árboles y bosques para poner en marcha una agricultura industrial enorme que, lo único que hace, es suministrarnos proteína para engordar animales para que podamos comer carne. El sistema es perverso. Está llevando al planeta al límite. A eso se suman las emisiones de CO2. Nos encontramos con un planeta cada vez más caliente. Para salir de esta situación tenemos que reducir CO2 y necesitamos una naturaleza robusta que sea capaz de ayudarnos a adaptarnos.

© Jorge Sierra

¿Podremos recuperarla?

La naturaleza tiene una capacidad innata y bestial para recuperarse; lo estamos viendo en muchos sitios. Tiene esa capacidad de regenerarse. El ser humano deja de salir a las calles y en tres meses está tomada por plantas que salen por cualquier resquicio. Lo que necesitamos hacer es frenar los impedimentos. Si retiramos escombros de un humedal, dejamos una estructura más o menos natural, y en cuanto vuelve a llover se recupera. Muchos de los bosques que tenemos están transformados por el ser humano para sacar resina o madera. Necesitamos renaturalizar esos bosques para que se adapten al cambio climático. Ha sido el Día Mundial de Medio Ambiente y Naciones Unidas ha instaurado este año el lema de la “Década la restauración”. Tenemos diez años para frenar la pérdida de biodiversidad y empezar a generar esa naturaleza. Son suficientes, pero no tenemos más tiempo.

 

“Hay un millón de especies en peligro de extinción y, detrás de ello, estamos nosotros”

¿Hay alguna región del planeta que lo esté haciendo bien? 

Responderte es complicado. Estamos en un mundo totalmente globalizado. Las zonas más salvajes tienen una mayor presión de actividades industriales: minería, autopistas, agroindustria, productos de alimentación, madera, etcétera. O incluso, ilegales: sigue habiendo una caza furtiva importante en los países africanos.  A los países más empobrecidos, que viven claramente de sus recursos naturales, es necesario ayudarles. Por un lado, porque lo necesitan y, por otro lado, por una presión industrial que muchas veces no llega precisamente a las clases más desfavorecidas.

Con respecto al vínculo entre biodiversidad e irrupción de pandemias, ¿cómo ha sido en este caso con el SARS-CoV-2? ¿Dónde está el mayor foco de peligro actualmente?

El 70% de las pandemias del siglo XX tiene su origen en la destrucción de la naturaleza y la mayoría son un salto de un animal a un ser humano. La naturaleza funciona en un equilibrio de los seres vivos -que se controlan unos a otros-, el entorno en el que viven, el agua… Se mantienen controlados virus y bacterias que pueden llegar a ser perjudiciales para el ser humano en entornos sanos, en bosques limpios; se mantienen bajo control por el propio funcionamiento de las dinámicas de la naturaleza, de las poblaciones, de los depredadores que se comen unos a otros, etcétera. Cuando se produce una destrucción masiva de la naturaleza y, además, muy rápida, se rompen las mallas de protección.

En el caso de la pandemia lo que se hace sabe es que precisamente saltó al animal -parece que a los murciélagos- que después el ser humano ingirió en mercados de Asia. La globalización hizo el resto moviendo a seres humanos de un lado a otro. Una de las primeras virtudes que tiene la naturaleza es que nos protege.  Se sabe que hay muchos virus en los suelos congelados en las tundras. Estamos claramente aumentando el riesgo de exposición a nuevas enfermedades.

¿Estamos hablando o pensando en la posibilidad de una pandemia tan dura como la que estamos viviendo ahora mismo reproducida en otro caso?

No lo sabemos. Nadie pensaba que pudiéramos tener una pandemia como ésta en pleno siglo XXI. Que lo que no había conseguido otra cosa lo iba a conseguir un virus. Y de repente nos ha pasado. Nos tiene que servir de acicate para cambiar nuestra relación con la naturaleza: necesitamos cuidarla y recuperarla. Esa es la mejor prevención que podremos tener. Si esto es así, estaremos sanos. One Health (una salud, por su traducción del inglés) refiere a un planeta sano, animales sanos y ciudadanía sana.

Cuando ves esas imágenes de parques nacionales o ciudades abandonadas, como pueda ser Prípiat [zona de exclusión de Chernóbil] donde los animales y la naturaleza se van adueñando de espacio reservados, ¿qué sientes?

Me sugiere muchas cosas. En primer lugar que no estamos solos en este planeta. Estamos aquí de prestado, somos seres vivos diferentes y aquí hay espacio para todos. También, que los animales son curiosos. Y, por otro lado, la capacidad enorme que tiene la naturaleza para recuperarse a sí misma y sanar sus heridas. ¿Qué hay que hacer para recuperar las poblaciones de peces? Dejar de pescar. En muchas de las actividades la naturaleza se puede recuperar si el ser humano deja de generar un impacto negativo. Eso hay que aplicarlo a gran escala.

No podemos estar todo el día llevando cosas de un lado otro, no podemos estar deforestando para seguir plantando alimento para engordar, tenemos que cambiar nuestra relación con los alimentos, cómo comemos, ser menos consumidores de carne, tenemos que reducir significativamente las emisiones. Eso afecta a cómo nos calentamos, cómo nos desplazamos y a cómo vivimos. La pandemia nos lo ha enseñado de una manera un poco forzada.

 

“El planeta está al límite: los indicadores de destrucción de la naturaleza son alarmantes”

¿Qué podemos hacer en nuestro día a día para proteger la biodiversidad?

Tenemos que cambiar nuestros hábitos. Tenemos que comer más sano, más de cercanía, más local, más de temporada, más legumbre, más vegetales y mucha menor cantidad de carne. Además, quitarnos el miedo a la naturaleza y disfrutarla: salir al campo, mirarla, evitar generar residuos, limpiarla., ayudarla. Si entran insectos en casa, sacarles afuera, ¡no darles un zapatillazo! Ir viendo esa relación con los animales hacia una mayor colaboración…

Sobre la desaparición de las especies, ¿es la apuesta por la biodiversidad el único camino para no extinguirnos?

Darwin lo anunció hace siglo y medio, y la ciencia ha ido demostrándolo. Hay un ciclo natural de aparición y desaparición de especies. Ha habido cinco grandes extinciones en la historia de la tierra, la última la de los dinosaurios. Se están dando esas condiciones. Ahora mismo estamos en un periodo de extinción masiva de especies: hay un millón en peligro. Eso es una barbaridad. Somos nosotros los que lo estamos provocando. El ser humano algún día desaparecerá, el cuándo no lo sabemos.

¿Eres optimista?

Lo soy, se dan las circunstancias. Hay un nivel de conciencia ambiental cada vez mayor. Esta entrevista misma lo refleja. Una vez que entras en el cambio de curva, es progresivo, y además, genera empleo. Ese concepto del hombre en el centro de todo, en la cúspide, es lo que nos ha traído a esta situación. Tenemos que reflexionar filosóficamente sobre esto.

¿Qué es lo que ocupa tu cabeza y responsabilidad en este momento?

Estamos avanzando mucho. Me preocupa el rechazo al cambio. No es que tengamos la verdad absoluta, somos un altavoz. La tecnología no nos va a sacar de todo, nos ayudará pero tenemos que hacer un cambio desde la ciudadanía, las empresas y los gobiernos. Es lo que más me preocupa. Sabemos lo que hay que hacer, tenemos el conocimiento, hagámoslo.

¿Qué podemos decir a nuestros hijos?

Yo se lo diría a los padres: no tenemos tiempo para pensar que serán ellos los que nos vayan a sacar. Ese comodín lo teníamos hace 30 años. Tenemos que actuar ya. Pensando en nuestros hijos debemos pensar qué planeta hemos recibido y cuál vamos a dejar. Ya no hay ruido en el campo, eso es que estamos generando impacto. ¿Qué pasa con las abejas, con los insectos? Los necesitamos para preservar nuestros cultivos. En esta década tenemos que ser capaces de revertir la curva de biodiversidad.

¿Hay algún lugar que te acerque a la naturaleza y que te resulte especial por su riqueza en biodiversidad?

Para mí la Sierra de Guadarrama, concretamente los montes de San Lorenzo de El Escorial, es un sitio mágico. Me ha acompañado toda mi vida, yo soy de allí; me acerco cada año y pienso: ¿Habrán llegado ya los cucos?  A nivel más lejano, me gustaría volver a Pirineos y trastear por Castilla, que siempre es fuente de sorpresas.

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