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SEGUROS| 12.05.2023

El seguro, motor imprescindible para el desarrollo de la sociedad

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Nueva York. Hace muchos años. Una ciudad totalmente diferente a la que conocemos hoy, pero tal vez no tan distinta.

El periodista y escritor Giovanni Papini observa entusiasmado y absorto el Empire State, que en aquellos momentos era el rascacielos más alto del mundo. A su lado, Henry Ford, que se dirige a él:

  • “¿Qué hace aquí tan solo, Mr Papini?”
  • “Estaba contemplado la ciudad” —respondió— “y me parece mentira que los hombres hayan sido capaces de construir todo esto.”

Henry Ford se acerca al escritor y casi confidencialmente le dice:

  • “Se equivoca usted. Esta ciudad no la han hecho los hombres. La han hecho los seguros.”

Papini hace un gesto de extrañeza y Ford añade:

  • “Sin los seguros no tendríamos rascacielos, porque ningún hombre se atrevería a trabajar a esas alturas, a riesgo de matarse y dejar en la miseria a su familia. Sin seguros, ningún empresario invertiría sus millones en construir un edificio como éste, que una simple chispa puede reducir a cenizas. Sin seguro, nadie circularía por estas calles, sabiendo que en cualquier momento puede tener un accidente. Y eso no sólo ocurre en Estados Unidos. Es el mundo entero el que descansa sobre la base de los seguros. Sin ellos cada hombre guardaría su dinero sin invertirlo en ninguna parte por temor a perderlo, y la civilización se habría paralizado poco menos que en la barbarie.”

Esta es una anécdota y no sabemos si es real o no. Pero bien podría ser la secuencia de una película que pusiera en valor la importancia de la industria aseguradora.

El seguro es mucho más que una póliza que se paga con la intención, siempre, de no tener que utilizar nunca sus servicios. Aunque también es verdad que cuando uno tiene la necesidad de recurrir al seguro es cuando descubre verdaderamente la inversión que ha realizado.

El seguro es una de las bases del desarrollo económico y social de la civilización. Y prueba de ello es que no se ha inventado hace un siglo, ni dos, ni tres. El origen del seguro hay que buscarlo en el año 2.000 antes de Cristo en Babilonia. Ahí, bajo el concepto de solidaridad mutua, los mercaderes empiezan a interiorizar que el daño que sufra una caravana atravesando el desierto debe asumirse entre todos, porque si no significaría la ruina de aquel que tuviese la mala suerte de sufrir un percance en ese momento. El concepto de confianza, que es la base del seguro actual, ya está ahí. Empieza a germinar y se mantendrá a lo largo de los siglos llegando hasta hoy. Primero fue una caravana, luego los barcos, los edificios… y hoy son satélites, drones, responsabilidad por una mala praxis. Hoy prácticamente cualquier cosa puede asegurarse.

El seguro se ha convertido en amortiguador frente a acontecimientos adversos, ya que es la “varita mágica” que consigue minimizar ese impacto negativo o imprevisto y permite que la actividad económica, la vida de las personas siga adelante y, además, tiene un efecto psicológico ya que aporta tranquilidad y reduce el miedo ante la incertidumbre.

Más allá de estas consideraciones hay datos objetivos que demuestran la contribución de esta industria en la economía. El peso del sector asegurador a nivel mundial representa más del 7 % de la riqueza mundial, lo que significa que las primas —es decir, lo que un cliente paga por su seguro— ascendió en 2021 a casi 7 billones de dólares. Una cifra nada desdeñable: es el Producto Interior Bruto (PIB) de España, Italia y Francia juntas. Lejos de ser una de las industrias que en épocas de crisis, como la que estamos viviendo, reduce su importancia, el seguro precisamente sigue incrementándola.

El seguro representa también un papel importante como inversor, tanto en compañías privadas como en deuda de los países. Porque las aseguradoras no guardan el dinero que cobran de sus clientes, sino que lo invierten, convirtiéndose en un engranaje del sistema económico y productivo, permitiendo financiarse tanto a las empresas como a las Administraciones Públicas. Sólo la inversión en deuda pública del seguro europeo supera los 2,5 billones de euros, una cifra similar a la que canalizan para inversiones en empresas privadas, impulsando así su desarrollo, crecimiento e incluso, en algunos casos, también la internacionalización de esas empresas. Pero no son el único destino de las inversiones de la industria aseguradora. Inmuebles o inversiones alternativas también se benefician de este impulso de la industria como generador de confianza para otras actividades.

El seguro, fuente de empleo no sólo de forma directa. En España, más de 50.000 personas trabajan en compañías aseguradoras, con un porcentaje de empleo fijo superior al 95 %, un grado de estabilidad que probablemente no tenga ningún otro sector de la economía española…. Pero es que la contribución de esta industria al empleo va más allá. De forma directa, en España, colaboran mediadores, agentes o peritos, por ejemplo, lo que eleva la cifra de empleados directos de esta industria a más de 130.000. Pero falta otra que es también muy importante: el empleo indirecto que genera un sector como es el asegurador. Nombremos sólo algunos: talleres, fontaneros, pintores, médicos, electricistas… Miles y miles de empleados se relacionan con la industria aseguradora cada día y su actividad depende en gran medida de ésta. Es imposible saber la cifra exacta. Una compañía de seguros, además, emplea en su plantilla a perfiles de lo más variado: desde abogados, actuarios, físicos hasta ingenieros de telecomunicaciones o matemáticos. La variedad es enorme.

Podríamos concluir preguntándonos si realmente el nivel de aseguramiento de nuestra sociedad es óptimo. La respuesta es que no. MAPFRE Economics ha creado un índice, denominado GIP (Índice Global de Potencial Asegurador) que permite medir la diferencia entre el nivel óptimo de aseguramiento que debería tener un país y la realidad y el tiempo que se estima que esa brecha tardará en cerrarse. Lógicamente, los países menos desarrollados son los que tienen mayor desprotección y en los que el potencial de crecimiento de esta industria y de mejora de su sociedad es mayor.

El sector asegurador, considerado muchas veces como la “cenicienta” de las finanzas, es, sin embargo, un impulsor de la innovación. Lo ha sido siempre, aunque no se le haya reconocido. ¿Alguien se imagina hoy que una aseguradora valore el daño que has sufrido en tu casa porque se ha inundado y te indemnice por ello, pero seas tú quien debe buscar todos los operarios para que haga las reparaciones necesarias? No. Hoy eso es inimaginable. Pues hasta hace no muchas décadas esto ocurría. Fue precisamente, MAPFRE quien introdujo en España el concepto de reparación en lugar de indemnización.

La industria aseguradora se ha adaptado con rapidez a los cambios que se han ido produciendo en la sociedad. Si empezaron a surgir coches eléctricos, el seguro diseñó pólizas específicas para este tipo de vehículos; si los drones son una realidad, tendrá que existir un seguro para ellos. Y en estos cambios que estamos experimentando no podemos olvidarnos de la importancia que está adquiriendo la sostenibilidad en el ámbito empresarial. Pues ahí, tampoco ha sido ajeno el sector asegurador. Inversiones sostenibles, cuidado del medioambiente, transparencia, buena gobernanza. Da lo mismo el eje que se busque, en cualquiera de ellos, la industria aseguradora ya se ha posicionado y su compromiso es, como siempre, real y estable en el tiempo.

Así es el seguro, bastante previsible, pero también fuente de riqueza y un impulso para la actividad económica mundial. Un mundo sin seguro hoy sería impensable. Ha sido impensable desde hace 4.000 años, aunque nadie lo llamase seguro en aquel momento.

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