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SOSTENIBILIDAD| 25.11.2022

“Las empresas y las fundaciones poseéis una capacidad enorme para sensibilizar a la sociedad en cuestiones que preocupan mucho”

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Raquel González, coordinadora de Médicos Sin Fronteras España, concedió esta entrevista el día en que la ONG recibía por parte de Fundación MAPFRE uno de los galardones de sus Premios Sociales, cuyo objetivo es reconocer el trabajo y la dedicación de personas y proyectos que generan cambios positivos y contribuyen a hacer de este mundo un lugar mejor.

El proyecto premiado es un innovador tren medicalizado que la organización tuvo el acierto de poner en marcha en Ucrania, nada más estallar la guerra. Desde marzo ha realizado 60 viajes y ha trasladado a 1.851 pacientes y a 78 niños y niñas de un orfanato.  El premio tiene especial valor para los trabajadores de la ONG en el país, en un 80 % locales que prestan ayuda sometidos a una enorme presión, así como para los sanitarios del sistema de salud ucraniano, que desde hace meses están dando lo mejor de sí mismos. En esta entrevista Raquel González reconoce la importancia de movilización que grupos como MAPFRE ejercen para concienciar a la sociedad y su impronta social y en pro de la sostenibilidad.

¿Cómo ven la actual situación en Ucrania? ¿Dónde centra Médicos sin Fronteras su mayor energía en este momento en el país?

Ahora mismo hay millones de personas que siguen necesitando ayuda. Empiezo por el final: somos un movimiento internacional que cuenta con 24 secciones, y una red de oficinas y organizaciones satélite que les dan apoyo. De éstas, sólo seis tienen capacidad para hacer operaciones; es decir, su objetivo es guiar y apoyar las intervenciones en el terreno. El resto de las secciones cumplen una amplia variedad de tareas destinadas a reclutar personal internacional, recaudar fondos, o comunicar la situación de las personas que sufren las consecuencias de las crisis humanitarias y cómo interviene MSF en las mismas. Una de las cinco secciones operacionales es Médicos Sin Frontera de España.

Cinco de las seis secciones trabajamos en Ucrania y hace unas semanas hicimos una revisión acerca de si debíamos continuar o no y, de momento, hemos decido quedarnos porque tenemos una preocupación enorme por el próximo invierno. Puede haber temperaturas de hasta menos 20 grados en la zona de Donetsk y Lugansk. Esto lógicamente va a afectar a la población, que ya de por sí está en una situación muy precaria porque hay muchas personas que viven en edificios inadecuados y en casas dañadas con cortes de energía o de interrupción de suministro de agua. A veces no hay electricidad. A veces no hay carbón. Imagínate cómo puede llegar a ser la situación incluso sin que sufran ataques. Por eso hemos decidido quedarnos de momento, puede que se complique mucho este invierno.

¿Y qué ha pasado después de casi siete meses de guerra?

No todo el país está afectado de la misma manera; la zona este es la que está recibiendo una mayor presión militar. Por un lado, hay desplazados, es decir, gente que se ha huido de sus lugares de origen y vive en condiciones bastante precarias. También hay personas en situación de mayor vulnerabilidad, como los ancianos o las personas con discapacidad, que sufren cortes de luz o agua, en ocasiones hay escasez de alimentos y el acceso a la salud es más complicado que anteriormente.

Según cifras de Naciones Unidas, más de la mitad de los muertos y los heridos civiles se han producido en las regiones orientales de Donetsk y Lugansk —que son las más golpeadas—, pero se calcula que hay más de 11.500 víctimas civiles en el país. Las cifras, que son sólo la punta del iceberg, reportan más de 5.000 muertos y 6.500 heridos.

¿Qué estamos haciendo en zonas donde sí podemos acceder?

Hay algunas zonas del Este del país a las que no tenemos acceso debido a las condiciones de seguridad, aunque estamos lo más cerca posible de las líneas del frente. Por un lado, estamos atendiendo a heridos de guerra en los dos trenes medicalizados por los que nos dais el premio. Por otro lado, también atendemos a grupos en una situación de gran vulnerabilidad, como pacientes de enfermedades crónicas, o personas con graves problemas de salud mental, porque la gente está destrozada por lo que pasa, por la incertidumbre, por el miedo. Están experimentando ataques de pánico, ansiedad y problemas para dormir. Esto es muy común y desde MSF España estamos haciendo hincapié salud mental, tanto si están en las zonas atacadas como si han huido del combate. Realizamos también actividades médicas relacionadas con la atención primaria, es decir, los ambulatorios. Actualmente, estamos preparándonos para el invierno, para tratar de preparar kits con abrigos y conseguir combustible para hacerlo llegar a las familias.

Estamos apoyando con formación a algunos equipos quirúrgicos de hospitales ucranianos que nunca habían tratado una herida de metralla o que nunca se habían tenido que enfrentar a hacer un triaje de una gran número de personas heridas de gravedad.

Asimismo, trabajamos con redes de voluntarios, instituciones locales y organizaciones de sociedad civil para identificar a personas que viven en zonas muy afectadas por el conflicto y en esa línea de frente donde no podemos llegar nosotros, para ver si podemos mandar material o darles formación online o apoyo de cualquier tipo.

En Ucrania, los hospitales y centros de salud de las zonas más cercanas a los combates, especialmente en el este y en el sureste del país, están al límite de sus capacidades y para aumentar las posibilidades de supervivencia de los heridos es esencial contar con una atención médica con garantías. Para ello era fundamental un sistema que permitiera trasladar a pacientes desde los hospitales ucranianos saturados en zonas próximas al frente a hospitales del oeste más alejados y con más capacidad. Y de ahí surgió la iniciativa de medicalizar trenes. 

¿Qué importancia tienen reconocimientos como el de Fundación MAPFRE a proyectos como el suyo por su impacto social? ¿En qué sentido es importante que otras entidades y la sociedad sumen esfuerzos con ONG que, como MSF, acumulan una enorme experiencia en la atención de urgencias como ésta?

Recibir el premio de mejor proyecto iniciativa por el impacto social nos genera una ilusión enorme y, además, es un proyecto que efectivamente ha sido muy innovador. Es un reconocimiento enorme al trabajo de los más de 600 trabajadores de Médicos Sin Fronteras en Ucrania en donde el 80 % es personal local: ucranianos y ucranianas que están prestando ayuda en su propio país como respuesta a esta guerra, sometidos además a una presión adicional porque allí está su familia, están sus amigos y su vida. Nos gustaría también hacer extensivo el premio a todo el personal del sistema de salud ucraniano que llevan dando lo mejor de sí mismos durante estos meses.

La movilización en Ucrania ha sido significativa y es muy buena noticia, porque muestra que nos preocupamos por lo que les pasa a otras personas que están en una situación difícil. Canalizar esta pulsión de ayuda a través de iniciativas o instituciones con mayor o menor experiencia en conflictos ayuda mucho. Lo importante es compartir ese dolor ajeno y actuar.

Me gustaría señalar el papel que tienen las empresas en nuestra sociedad. Sois actores con una capacidad creciente para ejercer cambios en las políticas internas, el tratamiento de los trabajadores, el impacto en el clima, etc. En el caso de Ucrania, pero también en el caso de otros conflictos, las empresas y las fundaciones poseéis una gran capacidad para sensibilizar también a la sociedad en cuestiones que nos preocupan mucho. 

 

MEDICOS SIN FRONTERAS ESPAÑA

 

¿Qué balance hacen de la atención que han podido brindar gracias a la red de trenes medicalizados?

Desde que pusimos en marcha el primer tren —ha habido dos: uno que empezó a finales de abril y otro a mediados de mayo—, hemos conseguido trasladar a más de 1.800 pacientes y a 78 huérfanos y huérfanas de un orfanato. Hemos hecho 60 viajes.

En este momento, tenemos dos trenes medicalizados de capacidades diferentes. El primero es para atender casos menos graves, con capacidad para 50 personas. Y el segundo está preparado para atender casos graves, ya que tiene incluso una unidad de cuidados intensivos que puede atender a cinco pacientes de los 26 que puede llegar a trasladar. Y hemos conseguido evacuar personas heridas gravemente de Jarkov, Mariúpol, Donetsk y Lugansk.

Creemos que es un balance positivo porque, por un lado, contribuye a aliviar la carga de los hospitales situados más cerca de la línea de frente. Y, por otro, asegura que los pacientes tengan una mejor atención mejor en el Oeste, alejados de los enfrentamientos.

Es un proyecto nuevo, en colaboración los Ferrocarriles Nacionales de Ucrania y el Ministerio de Salud del país, con quien hemos realizado la rehabilitación de los trenes para que estuvieran adaptados a la infraestructura ferroviaria del país. Todo el diseño del tren responde a la casuística específica de la guerra. Es decir, hemos reforzado las ventanas para evitar daños en caso de explosiones, hay equipos especializados en casos de trauma, por si acaso en algún momento se atacase el tren, aunque, hasta ahora, afortunadamente no ha pasado.

Este aprendizaje también nos ha demostrado que la medicina humanitaria está en constante evolución y es nuestro deber también adaptarnos a la realidad de cada contexto para conseguir el máximo impacto. En este caso, hemos aumentado sensiblemente la capacidad de transporte, frente al habitual traslado en ambulancias.

En la mayor parte de los contextos donde trabajamos no existe una red de transporte sólida, férrea y extendida por el territorio, pero la llegada a un país como Ucranianos ha permitido innovar para responder a esta necesidad, que no estaba siendo cubierta por ninguna organización y que tal vez podamos replicar en otros contextos. 

¿Qué tipo de intervención se está requiriendo de forma prioritaria a bordo de los trenes? ¿La médica, la de enfermería o la psicológica? 

El tren tarda unas 30 horas en cubrir el trayecto de ida y vuelta. En el tren orientado a casos menos graves, todos los pacientes a bordo deben contar con un estado de salud lo suficientemente fuerte como para aguantar todo el trayecto sin necesidad de intervención médica. Por norma general, los pacientes que embarcan este tren suelen presentar heridas traumáticas en brazos o piernas, por ejemplo, u otras patologías no muy graves. Este tren lleva a bordo a un equipo de 8 o 9 personas, entre los que se incluye personal médico, de enfermería y psicológico capaz de atender a todos los pacientes durante todo el viaje

El nivel de atención médica es básico, pero podemos dar un buen nivel de atención de enfermería, administramos medicamentos, aliviamos el dolor, antibióticos y cambio de vendajes. El segundo tren tiene ocho vagones, puede trasladar hasta 26 pacientes y lleva un equipo médico más numeroso y un psicólogo, adaptado para tratar las necesidades de los pacientes.

En este tren médico más especializado, podemos acoger a pacientes encamados que normalmente estarían ingresados en un hospital. También podemos llevar a algunos (hasta 5) pacientes que necesiten cuidados de nivel 1 en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). Se trata de cuidados altamente medicalizados necesarios para mantener al paciente estable. 

¿Qué otras iniciativas puedes compartir sobre la innovación al servicio de quienes más sufren? ¿Hay algún proyecto, además de este premiado, del que se sientan especialmente orgullosos?

Ha habido muchas iniciativas, pero hablando de innovación, querría destacar el uso de la tecnología 3D en la que estamos trabajando desde 2016 para facilitar el  acceso a las prótesis, que suelen ser caras y de talla única, y ahí es donde entra en juego la impresión 3D.

El equipo de Amán (Jordania) está haciendo impresión de prótesis 3D desde junio de 2017. Y es una herramienta que se puede llevar a terreno, accesible y adaptable a las necesidades de los pacientes, porque es posible personalizar el diseño para cada paciente y es poco costosa en comparación con una prótesis tradicional.

El equipo puede diseñar de forma rápida y económica —con una combinación de plásticos— estas prótesis personalizadas para pacientes con heridas de guerra. Las prótesis tradicionales pueden costar cientos de dólares y necesitan mantenimiento. En cambio, las de impresión 3D personalizadas se pueden conseguir por solo 30 dólares y fabricarse en 24 horas.

Sobre todo, las usamos para extremidades superiores, donde hay pocas opciones. Este proyecto se ha extendido luego a máscaras faciales para víctimas de quemaduras graves. Lo hemos usado también en Haití en 2019 y en Gaza en 2020. Las quemaduras faciales pueden dar lugar a muchísimas secuelas graves. Hay que utilizar máscaras de compresión y hacer un seguimiento exhaustivo. Las máscaras de impresión 3D sobre todo permiten una atención más temprana.

Otro de los proyectos de innovación empezó este verano en Mali, en República Centroafricana, Jordania y Yemen, con una aplicación que se llama Antibiogo. Es una herramienta de diagnóstico que desarrollamos desde MSF para responder a las necesidades de países de ingresos medios y bajos, gratuita, sin conexión a internet, que se puede descargar y supone un avance muy importante para frenar la resistencia a los antibióticos, que es un problema de salud pública.

Está dirigida a todos los trabajadores sanitarios de esos países. Y en 2023, año en que obtendremos la certificación, los laboratorios de microbiología también se podrán descargar esta aplicación. Es una herramienta que facilita al personal de laboratorio la medición e interpretación de los antibiogramas,  la prueba que determina la sensibilidad de las bacterias a los distintos antibióticos. Esta prueba es esencial para poder prescribir antibióticos más eficaces. Generalmente, la prueba tiene que ser interpretada por microbiólogos, que no encuentras en países de ingresos medios y bajos. Sin embargo, gracias a esta aplicación, el personal de técnico de laboratorios de microbiología de cualquier país y de ingresos medios, tenga o no tenga mucho conocimiento, puede interpretar directamente desde su teléfono y conocer el nivel de resistencia de las bacterias responsables de la infección.   

¿Cómo han evolucionado los desafíos y la contribución de entidades como la suya en una guerra?

Precisamente el año pasado cumplimos 50 años y hay desafíos que se mantienen y otros retos que hemos visto agravarse medio siglo después. Las razones que llevaron a la creación de MSF, lamentablemente, siguen vigentes. Hay una comunidad internacional que todavía es incapaz de dar respuesta a las crisis humanitarias que más sufrimiento provocan y, por tanto, sigue siendo necesaria la acción médico-humanitaria en lugares como Siria, Yemen o Afganistán.

En estas cinco décadas los conflictos han cambiado. Los contextos han evolucionado y los retos se han multiplicado: varían los escenarios, pero permanecen y se agravan situaciones como, por ejemplo, los ataques a la misión médica, la criminalización de las ONG por dar atención médica, o la falta de acceso a las poblaciones. En los últimos años, la lucha contra el terrorismo ha dado lugar a la subordinación de la protección de los civiles y las organizaciones humanitarias. En definitiva, cada vez es más complejo acceder a las poblaciones; es lo que llamamos la erosión del espacio humanitario.

Trabajar en crisis muy agudas y con altas tasas de violencia nos obliga a ser mejores cada día en todos los aspectos, es decir, negociar con las autoridades para conseguir el acceso, desarrollar modelos operacionales que garanticen el mejor impacto médico y, al mismo tiempo, la agilidad y la adaptabilidad, afinar cada vez más nuestra gestión de la seguridad, disponer de recursos humanos eficaces que tengan capacidad para solucionar situaciones complejas…

Trabajar en estas zonas nos reta a ser más proactivos en relación con otras necesidades de la población, por ejemplo, el acceso a la comida, el cobijo o aspectos de protección muy duros, como torturas o violaciones. Por ello, aunque somos una organización de emergencias, estamos incorporando componentes de protección en algunos proyectos.

¿Qué papel juega la comunicación a la hora de denunciar abusos como los cometidos en Ucrania, y de provocar una ola de generosidad [como ha podido suceder en este caso frente a conflictos olvidados o menos mediáticos]?

La comunicación juega un papel muy importante, sobre todo cuando los grandes medios hacen de una crisis una primera página, a la hora de poner el foco en una o en otra, e incluso en transmitir esos valores, esa solidaridad.

Más allá de Ucrania, estamos observando un aumento importante de los ingresos de niños y niñas con desnutrición aguda en nuestros programas nutricionales en países como Sudán del Sur, Somalia o el noroeste de Nigeria. Hablamos de crisis que no aparecen en los medios porque nos resultan lejanas y no desatan el interés de las audiencias ni de los Gobiernos más poderosos.

La seguridad alimentaria, con el aumento de los precios de los cereales, el combustible, los transportes y la inflación, lleva tiempo deteriorándose. Los conflictos y desplazamientos se recrudecen y las repetidas sequías, especialmente en el cinturón del Sahel y en África oriental, han diezmado las cosechas.

La desnutrición se ve agravada por enfermedades infecciosas mortales como el sarampión, que está aumentando drásticamente en algunas zonas tras el descenso de la vacunación infantil durante la pandemia de COVID-19. Es el caso de Somalia que vive el mayor brote de sarampión del mundo. En definitiva, la tempestad golpea mucho más allá del este de Europa y mucho más duro a las comunidades más vulnerables.