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SOSTENIBILIDAD 17.02.2021

“El maíz es clave para generar empleo de mujeres pobres y para apoyar a la comunidad indígena”

ethic

Anoche tuve un sueño

El entorno actual presenta numerosos retos para las compañías, como el apoyo al empleo y a las pymes, el medio ambiente, la convivencia del mundo urbano con el rural o la reconstrucción del liderazgo. Por este motivo, creemos importante dar visibilidad a proyectos como este, en el que confluyen diferentes ámbitos de la sostenibilidad, como el cuidado de la biodiversidad, la promoción de la igualdad y el talento femenino y el apoyo a las economías locales.

Todo ello está presente en la RED TSIRI, una gran iniciativa mexicana, que empodera a mujeres indígenas, que apuesta por revalorizar el consumo de maíz ecológico y nativo, que opta por eliminar a los intermediarios de su proceso productivo, y que pone en contacto a productores de maíz criollo con las comunidades de mujeres que elaboran tortilla de manera artesanal.

Marta Astier es la protagonista de esta historia y la creadora de esta micro industria que procesa cada año unas ocho toneladas de maíz nativo y que contribuye a preservar los saberes culinarios locales, fomentando directamente la agro-biodiversidad.

La Dra. Marta Astier (Investigadora Titular, Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, Universidad Nacional Autónoma de México) llegó al país mexicano a principios de los años 80. Vasca, de San Sebastián, trabaja en la Universidad Nacional Autónoma de México y el cometido de su trabajo es la investigación y conservación de la agrobiodiversidad y los sistemas alimentarios sustentables locales.

La Red Tsiri es un esfuerzo ciudadano que busca rescatar la riqueza gastronómica, cultural y agronómica que representan las variedades locales de maíz orgánico y el estilo de vida campesino que las sustenta en la región de Pátzcuaro-Zirahuén. Mediante la venta de tortillas artesanales, procura dar un valor agregado al maíz nativo o criollo, que de otro modo no tendría mercado.

“Conseguir el apoyo del gobierno mexicano es uno de los desafíos: comer es un acto político”

La red se formó en 2009, fruto de la colaboración de investigadores y técnicos del Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada (GIRA) y el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM (CIGA), con el objetivo de crear un vínculo sin intermediarios entre los productores locales de maíz orgánico, talleres de tortilleras y consumidores conscientes.

Marta, ¿cómo has llegado hasta aquí? Los resultados de mis estudios y proyectos de investigación-acción me han llevado a reconocer la importancia de preservar la cultura alimentaria e indígena de México y sus maíces nativos, porque este país es centro de origen y diversificación del maíz. Solo en el lugar en el que vivo existen 10 razas (tipos) de maíces que son originarios de la zona, y hay una cultura milenaria alrededor del uso, aprovechamiento y preparación de estos maíces. La elaboración y venta de tortilla original hecha a mano, por ejemplo, es un punto clave para su conservación y para la generación de empleo de mujeres pobres que provienen de pueblos y comunidades indígenas, donde ellas son el pilar de la economía familiar.

“Buscamos valorizar los maíces criollos a través de productos artesanales”

Siendo agrónoma empecé investigando la agricultura campesina y sus buenas prácticas, pero quise ir más allá de la tierra y me adentré en las otras motivaciones socio-culturales y económicas para la producción y valoración de los maíces nativos. La tortilla es el principal subproducto del maíz para consumo humano en México, además de aportarle valor añadido. La tortilla y el maíz, al igual que el pan y el trigo en España, son un pilar esencial de la agricultura y la cultura alimentaria.

Y, ¿cómo comenzaste en esta aventura? En los 2000 no existía ninguna política agraria para la conservación de los maíces nativos. Es ahí cuando empezaron las primeras ferias a nivel estatal y regional sobre este producto. En 2007 comenzó una campaña en México llamada ‘Sin maíz no hay país’ en contra del maíz transgénico; este año el presidente de México decretó la prohibición del maíz transgénico y el retiro gradual e inminente en el 2023 del herbicida glifosato, el más usado del mundo.

“Queremos mejorar la vida y los ingresos de las mujeres indígenas y conservar el maíz nativo”

Para conseguirlo es necesario también evaluar la sostenibilidad de los sistemas productivos y alimentarios de estas regiones… Es difícil hablar de sostenibilidad en abstracto porque ni los agricultores, ni los consumidores, ni los políticos siquiera saben de qué estamos hablando. Sólo podremos aterrizar este concepto haciendo evaluaciones en el tiempo, basadas en la medición de indicadores, y lo haremos a partir de una metodología que hemos creado donde se tocan las tres dimensiones ecológica, económica y social. A través de estos indicadores medimos actividades, prácticas y procesos que nos dicen qué modelos son más sustentables. Si no los midiésemos nunca podríamos saber hacia dónde ir ni cuál sería el modelo ideal para replicar.

 

 

Y ahí entra la agroecología. Sí, porque la agroecología  es una ciencia que se alimenta del conocimiento científico occidental y convencional, así como del conocimiento de los productores y agricultores indígenas. Hemos aprendido muchísimo de estas prácticas y estamos todavía comenzando a entender la racionalidad, más allá de la lógica económica capitalista, de las decisiones que toman los agricultores a la hora de llevar a cabo su actividad. La agroecología es, sobre todo, un movimiento social y político. Si no cambiamos los políticas nacionales e internacionales, y los consumidores no se involucran, no llegaremos a nada. La agroecología es mucho más que una ciencia de la tierra, porque implica un cambio de mentalidad tanto en la producción como en el consumo de los alimentos: comer es un acto político.

La agricultura orgánica cuenta con productos de agricultura ecológica, pero ¿todos los productos orgánicos son de agricultura ecológica? Los productos orgánicos están más asociados a la venta, a cómo se certifican y cómo se muestran en el mercado. Para poder venderlos como orgánicos tienen que pasar por un proceso de certificación y deben seguir unos estándares de calidad. En México, por ejemplo, esos estándares buscan exclusivamente que no queden rastros de  agroqúimicos tóxicos en los alimentos que pudieran perjudicar la salud humana.  Sin embargo, hay compañías certificadoras, las menos, que se preocupan también por la preservación de los recursos naturales (el suelo, el agua, la biodiversidad). En la agroecología nos preocupan más los procesos que los insumos, nos preocupa hacer un rediseño del sistema agrícola y del sistema alimentario en su totalidad.

¿Es difícil hacer un rediseño del sistema? Es muy complicado. Hace falta conocimiento y, para ello, sirven las evaluaciones de sostenibilidad que nos dicen hacia dónde tenemos que ir. Además, se necesita tiempo ya que este proceso es de muy largo recorrido y no siempre se dispone de él.

También, supongo que se necesitará apoyo por parte de las instituciones y gobiernos… Claro. Y también apoyo por parte de las universidades y de los académicos. Si los gobiernos y los estados apoyaran este proceso de transición el proceso sería mucho más fácil.

¿En Latinoamérica hay más  apoyos? En México, definitivamente, no. Este es uno de los grandes desafíos, porque en este momento no contamos con ningún tipo de apoyo para la investigación y diseño de estrategias en el marco de la agroecología para la conservación de la agricultura campesina y los maíces nativos.  Puede que con el nuevo gobierno en el poder podamos lograr los apoyos necesarios para desarrollar un programa de transición hacia la agroecología. Veremos si esto se produce y si se traduce en políticas, programas e incentivos para que los productores puedan dejar de utilizar paulatinamente los agroquímicos. Sé que es complicado, el reto es enorme pero estamos trabajando para conseguirlo.

 

 

Es un camino largo, ¿pero tenemos razones para ser optimistas? Claro que sí. La ONG ‘El poder del consumidor’, junto con otras organizaciones, han logrado que se aplique un nuevo etiquetado de los alimentos, por ejemplo, señalando aquellos productos que tienen exceso de azúcares y sal, además de grasas saturadas.

¿Está funcionando? Sí, está siendo  muy efectivo, ya que México es un uno de los países del mundo con más niños diabéticos, que además padecen de sobrepeso.

Además de este programa, acaba de ser aprobada una ley para la conservación del maíz nativo pero esta norma aún no se ha traducido todavía en ninguna acción concreta… Sí, tenemos que ver en qué se traduce esta ley; de momento existe un pequeño subsidio gubernamental para los pequeños productores de maíz y el programa ‘Sembrando vida’ que está intentando fortalecer y crear sistemas agroforestales necesarios para la siembra del maíz.

También estás involucrada en una iniciativa para cambiar y  endurecer la normativa de lo que es una auténtica tortilla.  Las tortillas, desde la época prehispánica, se elaboran a partir de que el maíz que se transforma mediante la nixtamalización. Este es un proceso de cocción de los granos de maíz, con agua y cal que incrementa significativamente el nivel nutricional de los granos.  Sin embargo, la normativa de la tortilla actual es muy laxa ya que permite aditivos, harinas, conservantes y colorantes artificiales en las tortillas comerciales, alejándose cada vez más de la tortilla auténtica. Me he sumado a esta campaña de ‘Alianza por la tortilla’, para que se pueda distinguir la tortilla de nixtamal 100% original de las que no lo son, porque considero que la buena tortilla es la base de la alimentación saludable, la gastronomía y la cultura identitaria mexicana.

¿Tiene algo que ver con la red Tsiri? La red Tsiri es una cooperativa pequeña, diez mujeres y tres productores, que creé para llevar directamente a los consumidores, a un precio justo, productos de maíces nativos transformados en tortillas, tostadas, galletas y otros. Trabajamos con el maíz azul, raza Purhépecha, desde hace más de 11 años. La idea es mejorar la vida y los ingresos de agricultores, mujeres indígenas productoras de maíz y conservar el maíz nativo y la cultura alimentaria de la tortilla.

Tiene presencia en mercados alternativos de la ciudad de Morelia, en el campus Morelia de la UNAM y en muchos hogares de consumidores sensibilizados. La Red Tsiri es una experiencia que sigue creciendo gracias al amor de su gente por la tierra y por el maíz, y que busca llegar cada vez más lejos, llevando productos artesanales y orgánicos a un número cada vez mayor de consumidores.

¿Con qué sueña Marta Astier? Sueño con más agricultura ecológica en México y con una mayor valoración por la agricultura que no contamina y que provee de productos saludables y con el consumo, cada vez mayor, de la buena tortilla. Solo espero que las experiencias tipo Red Tsiri crezcan y lleguen a muchos más rincones y a muchos más consumidores.