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ECONOMÍA| 30.03.2023

Los CoCos: qué son y por qué asustan a los mercados

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Los bonos contingentes convertibles (CoCos o AT1, como se los conoce en la jerga financiera) han pasado de ser un instrumento prácticamente desconocido para los inversores particulares a ocupar los titulares de la prensa económica tras la compra de Credit Suisse por UBS.

En concreto, se trata de una emisión híbrida con características de deuda y capital, dado que pagan un interés al inversor y tienen capacidad de absorción de pérdidas.

“Este mercado explota cuando surgen las necesidades de dar a los bancos más capital que el que pueden lograr sólo con las acciones tradicionales, tras la gran crisis financiera de 2008 y la regulación de Basilea III. Surgió la necesidad de dotar a las entidades de una parte de su pasivo que se convirtiera en capital de forma automática cuando este fuese necesario, básicamente cuando afloran pérdidas”, explica Alberto Matellán, economista jefe de MAPFRE Inversión.

Los CoCos hacen precisamente eso: son bonos que, cuando se produce un hecho determinado como la caída del capital regulatorio por debajo de cierto nivel, se convierten en acciones, por lo que un banco con estos instrumentos en su pasivo los puede utilizar para incrementar su nivel de capital regulatorio frente a si tuviera solo deuda.

“Para los bancos es atractivo porque constituye una forma de mejorar el AT1 (capital regulatorio) sin pérdida de poder y de manera relativamente barata, siempre que las cosas vayan bien”, señala Matellán.

Estos son de naturaleza perpetua, es decir, no tienen ningún vencimiento, si bien el emisor puede decidir libremente si se paga o no la remuneración establecida y se convierten directamente en acciones (sin que el inversor tenga nada que decir) en el caso de que el capital esté por debajo de un determinado umbral, según explica la CNMV en su página web.

Los CoCos son instrumentos muy complejos: su valor depende por completo de la probabilidad de que ocurra la contingencia ante la cual se convierten en acciones y cuánto valdrían estas después, detalla el economista jefe de MAPFRE Inversión.

El supervisor añade en su web que es posible perder el capital invertido en dos supuestos: que el banco esté atravesando dificultades serias, o en caso de concurso, disolución o liquidación del emisor, a lo que se suman las posibles pérdidas que puede acarrear la venta de los valores en el mercado con un precio inferior al pagado en un primer momento.

Es por esta razón por la que han saltado a los titulares: en el acuerdo de adquisición de la entidad suiza, los 17.300 millones de dólares (15.956 millones de euros) invertidos en estos instrumentos pasaban a no tener ningún valor, mientras que los accionistas recibirán una acción de UBS por cada 22,48 acciones de Credit Suisse que conservasen.

Esto se sale de lo normal, dado que, en caso de insolvencia del emisor, los tenedores de CoCos cobrarían por delante de los accionistas ordinarios, al contrario de lo que ha pasado. Lo mismo ocurrió con la resolución de Banco Popular, aunque en esa ocasión, los accionistas también perdieron su inversión.

Al igual que con el banco español, podría producirse un aluvión de reclamaciones en los tribunales y ya hay dos despachos, Quinn Emanuel y Pallas Partners, que han anunciado que representarán a los bonistas.

Esta naturaleza, que se suma a su iliquidez, los hace una mala opción para los inversores particulares, especialmente en este momento, aunque Matellán defiende que no son productos que suelan estar orientados a minoristas.

 

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