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ECONOMÍA | 05.10.2020

Latinoamérica avanza a marchas forzadas hacia un envejecimiento de su población

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Los desafíos en políticas públicas, consecuencia de la evolución de la composición demográfica en Latinoamérica en las próximas décadas, no son pequeños.

Los demógrafos definen la transición demográfica como el proceso por el cual una sociedad evoluciona desde unos niveles de natalidad y mortalidad altos y descontrolados, a otros niveles bajos y controlados. Esta transición se considera que es producto del avance tecnológico y de la modernización que acompañan al proceso global de industrialización y urbanización de las sociedades.

Pero esta transición se puede realizar a distintas velocidades. El Reino Unido y otros países que impulsaron la revolución industrial desde el siglo XVIII la llevaron a cabo en el espacio de varios siglos. Otras economías que han vivido una industrialización más tardía están asistiendo a una transición demográfica mucho más acelerada. Es el caso de Latinoamérica, como se pone de manifiesto en el último informe de MAPFRE Economics sobre el mercado asegurador en la región.

En el trabajo anual del servicio de estudios de MAPFRE sobre la evolución del mercado se incluye en esta ocasión un apartado precisamente sobre la evolución demográfica de la región. Entre 1950 y 2020 la esperanza de vida al nacer en la región pasó de 51 a 75 años, lo que ha significado una ganancia de 24 años en ese período. Las proyecciones confirman que en el futuro la esperanza de vida en la región puede crecer a un ritmo aproximado de dos años por década, de manera que en el año 2050 superaría los 81 años, y al final del siglo podría situarse en torno a los 87 años. Las proyecciones de las tasas de fertilidad, por su parte, muestran una caída drástica de las mismas de forma sostenida, desde valores cercanos a una media de seis nacimientos por mujer en los años sesenta, para estabilizarse en 1,7 para finales de este siglo.

Estos factores, se explica en el informe, hacen pronosticar “un envejecimiento progresivo de la población de la región a lo largo de este siglo, dando lugar, primero, a pirámides poblacionales de tipo constrictivo (con un fuerte peso de población de cada vez mayores edades), para luego ir convergiendo a pirámides estacionarias hacia finales de este siglo”.

Los desafíos en políticas públicas consecuencia de esta evolución de la composición demográfica en Latinoamérica en las próximas décadas son considerables. No solo en materia de reasignación de recursos por parte de los gobiernos sino también, como consecuencia de  un replanteamiento del papel de las personas mayores en la vida social. Los sistemas de salud y de seguridad social deberán adaptarse también a este fenómeno irreversible que se verá consolidado en toda la región a mediados de este siglo.

Mientras que la región está ahora, al igual que el resto del planeta, concentrada en tratar de detener la propagación de la COVID-19, los estudios demográficos confirman que, a nivel mundial, las tasas de longevidad están aumentando y que las personas viven una vida más saludable durante más tiempo. El desafío al que se enfrentan los responsables políticos de estos países es garantizar que se establezcan ahora medidas adecuadas para que esos años adicionales se vivan con dignidad económica y sin ejercer una presión desproporcionadamente excesiva sobre el gasto público. Es evidente que un sistema de pensiones mixto que contemple  el pilar público y el privado, tiene que constituir el eje central de estas medidas.