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ECONOMÍA| 07.09.2022

Las consecuencias del aumento de la longevidad para nuestro bienestar financiero

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El dinero no da la felicidad, dice el saber popular. Una afirmación tan cierta como incompleta, pues cuando el dinero escasea, lo normal es que aparezcan los quebraderos de cabeza. 

En esto se basa la idea de bienestar financiero, que no hace referencia tanto a la capacidad de consumo como a la ausencia de preocupaciones económicas en el presente y también con perspectiva de futuro. Y en la búsqueda de esa estabilidad para la economía individual y familiar, los seguros de vida son parte de la solución frente a las tendencias que la ponen en jaque.

¿Qué entendemos por bienestar financiero?

Una publicación de la Universidad de Bristol hace una aproximación a este término, de uso habitual entre organismos y empresas,  y que consiste, según sus autores, en la “disponibilidad de recursos a lo largo de su vida con los que una persona puede hacer frente a sus obligaciones financieras, sentirse segura en su futuro financiero y ser capaz de tomar decisiones que le permitan disfrutar de su vida”. Y es que no hay una definición universalmente aceptada, pero el principio básico de este concepto parte de la relación entre el bienestar general y un necesario colchón económico.

Por otro lado, es una noción cuyas bases evolucionan, en paralelo a la sociedad. Y el cambio que va a tener un mayor impacto en las necesidades financieras de la población en todo el mundo es el aumento de la longevidad, como sostiene un reciente informe de la Asociación de Ginebra, la organización global de las compañías aseguradoras, en colaboración con el Global Ageing Institute, un think tank dedicado al estudio de este campo.

Entre otros datos, el texto expone que la esperanza de vida a nivel global se ha elevado en seis años en las últimas dos décadas, hasta los 73,3 años, según la ONU. Para finales de siglo, esa cifra habrá alcanzado los 81,7 años, y escalará en Europa hasta los 88,8 años, y 93,5 en Japón.

Mayor esperanza de vida, mayor vulnerabilidad

Como consecuencia de ello, una de las principales conclusiones del informe es que existe una creciente inseguridad en torno a la jubilación. En los países desarrollados, una población más longeva y un menor crecimiento económico están presionando la sostenibilidad de sus sistemas de pensiones públicas, universales en su mayoría, que fueron establecidos o ampliados en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Las medidas adoptadas por los Gobiernos frente a esta realidad difieren, pero en general han tenido que ver con una reducción de las cuantías a pagar y el aumento de la edad de jubilación.

En las naciones en desarrollo, sus elevadas tasas de empleo informal se traducen en una cobertura limitada de sus sistemas estatales de pensiones, en cuanto al porcentaje de población al que llegan y a su valor, por lo que buena parte de sus ciudadanos todavía dependen del apoyo familiar o comunitario cuando llegan a la tercera edad. Sin embargo, estas redes informales tienden a debilitarse, a medida que los países se modernizan y el tamaño familiar medio decrece.

Nuevas costumbres requieren nuevas formas de ahorro

El envejecimiento no es el único factor socioeconómico que desafía el bienestar financiero de nuevas generaciones. En el ámbito laboral, por ejemplo, los milenials y la generación Z —comprendiendo entre ambas a los que hoy tienen, aproximadamente, entre 40 y 16 años— cambian mucho más de trabajo que sus padres y abuelos, y tendrán una media de 12 empleos a lo largo de su vida. 

Son tendencias que desafían los modelos tradicionales de concebir el ahorro a largo plazo, señalan los expertos de la Asociación de Ginebra y el Global Ageing Institute. En el lado del sector público, gobiernos de países de todo tipo, independientemente de su renta, están llevando a cabo nuevas iniciativas para fomentar la expansión de los planes de pensiones, tanto individuales como de empleo, como la inscripción por defecto, los sistemas en que la empresa iguala el aporte del empleado y acuerdos para flexibilizar contribuciones y eventuales retiradas para los trabajadores informales.

Todo ello ha tenido un “notable éxito en algunos países”, afirma el estudio, aunque advierte de que “el nivel de ahorros para la jubilación sigue siendo insuficiente en casi todo el mundo, y muchas personas se enfrentan a un empobrecimiento en la vejez”.

¿Qué aporta el sector seguros?

En el sector privado, los seguros de vida tienen como objetivo principal procurar el bienestar financiero, ya sea a través de su vertiente de riesgos, con la que dar tranquilidad al futuro de una persona o sus familiares, o especialmente de la más orientada a los ahorros y los planes de pensiones.

Los seguros de vida han crecido rápidamente en las últimas décadas en países en desarrollo como China y Brasil, hasta alcanzar una penetración (volumen de primas en relación con el PIB) de en torno al 2,5 %. Por el contrario, en la mayoría de las economías más avanzadas, aunque su peso en la economía es mucho mayor, lleva años registrando caídas. En Estados Unidos y en Japón la penetración del segmento de vida ha caído hasta sus niveles más bajos en 35 años, y en Reino Unido, Alemania y Suiza hasta mínimos de 20-25 años.

Esta última es una tendencia que se observa precisamente en un momento de mayor necesidad del ahorro a largo plazo. Entre sus causas, el informe de la Asociación de Ginebra, titulado Bienestar financiero: ¿es la llave para reinventar el seguro de vida?, señala el haber vivido un periodo de bajos tipos de interés, que dificultan la obtención de rentabilidad, así como la extensión de enfermedades crónicas o la menor seguridad en el mercado laboral.

En este escenario, con varios factores poniendo en riesgo el bienestar financiero de millones de ciudadanos, el sector asegurador sigue teniendo mucho que aportar. Además de productos más flexibles y personalizados que se adapten a las nuevas necesidades, entre las propuestas de la asociación global de las aseguradoras se encuentran la de promover la educación financiera en jóvenes; colaborar en el desarrollo de medidas preventivas de riesgos, por ejemplo en campos como la salud a través del análisis de los valiosos datos que manejan estas compañías; o explorar las posibilidades de la economía senior o “economía de las canas”, de la que MAPFRE es un referente a través de su centro de investigación Ageingnomics.

 

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