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CORPORATIVO | 13.04.2020

¿Equilibrio o equilibrismo? El reto de garantizar una educación integral en un contexto de pandemia

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El avance del Covid-19 ha forzado a la mayoría de los gobiernos del mundo a echar el cierre de los centros educativos como medida de prevención del contagio. Más de mil millones de estudiantes y jóvenes de todo el planeta están afectados por la interrupción de escuelas y universidades, según la UNESCO, que calcula el 91,3% de la población estudiantil mundial se ha visto afectada al abandonar los pupitres. En Latinoamérica, según datos de UNICEF, el porcentaje aumenta al 95%.

Ante la mayor paralización educativa que recordamos, en muchos países se han puesto en marcha opciones de aprendizaje virtual, incluidos cursos online en plataformas educativas habilitadas, pero no todas las soluciones garantizan el acceso real de los niños al conocimiento, porque ni el nivel de implantación de las nuevas tecnologías, ni los recursos de las familias, ni la adaptación digital de los propios niños son iguales en el mundo.

Para todos los ciudadanos el Covid-19 ha puesto de manifiesto escenarios que nos hacen vulnerables –crisis sanitaria, contagio económico, pérdida del empleo, distancia social, entre otros- especialmente para aquellos menos favorecidos, que ya de antemano se encuentran en situación de debilidad.

En los adultos aumenta la percepción del riesgo, pero sobre todo, la sobrecarga de responsabilidades. Las familias tienen ahora el deber, no solo de seguir protegiendo y educando a sus hijos, sino de facilitarles una formación académica interrumpida por necesidad, empleando en el mejor de los casos las nuevas tecnologías. Además, deben salvaguardar su bienestar, propiciándoles un tiempo “libre” para el ocio concentrado entre cuatro paredes, más casero que cautivo, lo que no facilita el desfogue.

Y además de las tareas y compromisos para combinar casa y trabajo, por añadidura se espera de los adultos la capacidad de dar una explicación adecuada a sus hijos en un contexto tan insólito como imprevisto.

Se trata de contagiar equilibrio e ilusión a los más pequeños y de aprovechar la extraordinaria oportunidad de compartir más situaciones cotidianas juntos, fomentando el desarrollo y la paciencia, aunque suponga un verdadero ejercicio de equilibrismo.

Para Eva Rodríguez, subdirectora de diversidad, salud y bienestar en MAPFRE, este momento entraña riesgos, pero también oportunidades. Tras esta crisis, cree que, en un gran porcentaje, “los niños habrán mejorado su autonomía y responsabilidad” en lo que respecta a sus tareas, y se habrá implantado la incorporación de las nuevas tecnologías a uno de los aspectos de su vida en los que aún no estaba realmente presente: el ámbito escolar, eminentemente presencial en la mayoría de países.

Se abre, añade Eva Rodríguez, “una oportunidad para afianzar lazos afectivos, si bien existe el riesgo de estrés para los padres si la demanda de los colegios se hace exagerada o si la formación de éstos no basta para solucionar las dudas que puedan plantearse los niños”.

Los principales riesgos, anticipa, son, además, “la posible pérdida de rutinas y la posibilidad de no alcanzar la totalidad de objetivos académicos” de los alumnos durante este curso. En caso de familias con menores recursos, advierte del peligro de que no dispongan de equipos informáticos para todos los miembros de la familia.

¿Qué estamos aprendiendo de todo esto? Que son esenciales en la vida la salud y los afectos, que la satisfacción es mayor cuanto más intenso es el esfuerzo para sobrellevar situaciones extremas, que los niños se merecen los mayores sacrificios… Que no estamos solos, y todo se lleva mejor con humor y espíritu positivo, que podemos ser flexibles, sin menoscabar por ello el orden y las rutinas, y que no seremos capaces de tener todas las respuestas.

“Un defensor del futuro”

Javier Urra, Doctor en Filosofía y Doctor en Ciencias de la Salud explica que los niños, por su capacidad de adaptación, su orientación enfocada en el presente y en el día a día, son “los que menor riesgo corren en este momento” y descarta que pueda dejar rastro neurológico un confinamiento menor a un año de duración. Incide en la importancia de “respetar al niño”, respondiendo sus preguntas y aportándoles mensajes de seguridad y protección.

“Es un momento único para conocernos mejor y educar”, insiste, compartiendo y debatiendo la actualidad, incluido sobre el Covid a partir de los 7 años –antes no lo recomienda- hablándoles de la labor de los héroes sociales (médicos, agricultores, personal que atiende en supermercados, etcétera) y ayudándoles a cultivar el autodominio.

El ex defensor del menor sí advierte de que lo peor vendrá con la crisis económica y que es necesario que cuantos pierdan a un ser querido tengan un periodo de duelo, aunque sea posterior y simbólico, para poder despedirse.

Reflexionando sobre lo que más puede ayudar a las nuevas generaciones menciona la creación del “defensor del futuro”, alguien con capacidad e ilusión, muy en contacto con los jóvenes, que pueda velar por la preservación de las ciudades, del entorno, del derecho a la intimidad y de la deontología.

Aprender desde casa… disfrutando

Afrontar la cuarentena con optimismo es la recomendación unánime de organizaciones internacionales y entidades dedicadas a la protección de menores en todo el mundo. Naciones Unidas ha desplegado la Coalición Global para la Educación, fomentando la colaboración de sus distintas agencias con gigantes como Google, Facebook o Amazon.

A través del Programa Memoria del Mundo, la Unesco está apoyando a todos los Estados Miembros e instituciones de la memoria en sus esfuerzos por preservar y garantizar el acceso público a los registros oficiales relacionados con el Covid.

Por su parte, UNICEF ha puesto el foco en la salud mental de los más jóvenes durante el coronavirus: acaba de lanzar un webinar en colaboración con la OMS sobre este tema y anima al intercambio de ilustraciones, dibujos y contenidos artísticos de su comunidad, Voices of Youth, para adaptarse al confinamiento.

Museos, bibliotecas, editoriales y entidades reflejan con su actividad que el conocimiento no tiene límites y que compartir el potencial científico, educativo y artístico aumentarán nuestra resistencia global ante la pandemia.

Organizaciones sin ánimo de lucro de prestigio en todo el mundo, como Fundación MAPFRE, redoblan esfuerzos para ayudar y en este ámbito, difundir la cultura y la diversión entre los más pequeños. #DibujaMiró es un concurso de dibujo inspirado en la obra del artista español que pondrá a prueba su creatividad, ofreciéndoles un premio canjeable online y la publicación del proyecto ganador.

La entidad trabaja para mejorar la situación de las familias con menos recursos, principalmente en lo que a la alimentación y apoyo escolar se refiere. Su programa Sé Solidario contempla una acción de microayudas (de hasta 2.000 euros cada una), de las que se benefician pequeñas entidades sociales de toda España. Una vez se normalice la situación de alarma, destinará 200.000 euros a una campaña solidaria que permita dotar a alumnos en riesgo de exclusión de materiales para el inicio del nuevo curso escolar.