SOSTENIBILIDAD | 26.05.2025
Beatriz López: “Nunca me he puesto límites,
si otros podían, yo también”
Una de las señas de identidad de MAPFRE es fomentar una cultura inclusiva que facilite la incorporación de personas con discapacidad en nuestra plantilla. Por eso, la historia de Beatriz López (Canarias, 1974) es una de esas que hay que contar. Nació sin brazos por efectos del medicamento de la Talidomida en el momento de la gestación, pero eso no le ha impedido llevar una vida como la de cualquier otra persona. Pasó su infancia en un orfanato del que conserva grandes recuerdos, allí todo el mundo siempre la trató como a una más. Con 16 años fue adoptada por una familia y desde los 24 trabaja en MAPFRE, aunque asegura que parece que fue ayer cuando entró en la compañía. Su buen humor y vitalidad son contagiosos, hablar con ella ha sido realmente inspirador.
¿Cuál es tu historia personal?
Mi madre tuvo que dejarme en un orfanato siendo un bebé. Allí todo el mundo tenía brazos y manos, pero yo copiaba lo que veía hacer a otros niños. Si un niño se bebía el biberón con las manos, yo lo hacía con los pies. Si quería una muñeca de la cuna de al lado, estiraba las piernitas y las metía entre los barrotes para cogerla. Lo aprendí todo por imitación desde el principio. Nunca me he puesto límites, si otros podían, yo también. Los médicos siempre comentaron lo asimilado que lo tenía.
La adolescencia no es una época fácil para nadie, pero nunca me sentí con menos derechos o ganas que el resto. Cuando tenía 16 años me acogió una familia grande, tenían cinco niños más pequeños que yo y después vinieron otros dos, ¡imagínate! Así que de pronto tuve hermanos y hermanas y con ellos también aprendí muchas cosas, como a ser una hermana mayor con lo que eso conllevaba, bañarlos, enseñarles a hacer las camas, ayudarles con sus tareas…
Antes de MAPFRE trabajé como bibliotecaria, pero se me da bien tratar con la gente y atender el teléfono, así que cuando me propusieron trabajar en el call center de la compañía en Canarias, me pareció una gran idea.
¿Cómo es tu día a día?
Mi vida no es muy diferente a la de cualquier otra persona. Le preparo el desayuno a mi hija de 9 años, me ducho sola, me visto sola, cojo el autobús y voy a mi trabajo. Solo que lo hago todo con los pies. Cuando llego a mi puesto cada día, me descalzo y ya estoy preparada. Lo único que necesito es una silla más alta y un escalón para llegar a sentarme, nada más. Cada día me pongo un reto, por ejemplo, tengo que tardar menos en ir al baño. Y así, avanzo.
Por supuesto vivo en un hogar adaptado a mis circunstancias, lo que me permite hacer vida normal y he criado a mi hija como tantas otras madres.
Lo más complicado es cuando te encuentras con personas que no respetan ni entienden las singularidades de cada uno o que dudan de tus capacidades, pero siempre intento recordarme que, si el mundo no se para por ti, tampoco tú puedes pararte por el mundo.
¿Quiénes han sido tus mayores apoyos?
Cuando era una niña mis mayores apoyos fueron mis compañeras del orfanato, siempre me trataron igual que al resto, teníamos las mismas inquietudes y crecimos de una forma parecida.
Ahora son mi marido y mis compañeras de trabajo. Sé que puedo contar con ellas para cualquier cosa que necesite. Si salimos, por ejemplo, a un evento, siempre hay una compañera pendiente de mí, por si quiero comer o beber algo, pero siempre esperan a que yo lo pida y no hacen que me sienta dependiente, al revés. Me siento muy bien rodeada.
“Puedo decir que me siento realizada con todo en mi vida”
¿Cómo es tu experiencia trabajando en MAPFRE?
En MAPFRE desde el principio me he encontrado en un entorno de trabajo adaptado totalmente a mi situación y, como he comentado, mucho apoyo por parte de todos mis compañeros y jefes. Construyeron una estructura de madera para que pudiera tener la pantalla del ordenador a la altura de mi vista de forma segura. También colocaron el lector de la tarjeta de entrada al edificio a mi altura para que pudiera abrir sin necesidad de pedir ayuda a nadie. De esto también se benefician otros compañeros con diferentes necesidades. Así podemos sentirnos más autónomos.
También me apoyaron cuando lo de mi embarazo. Tuve algunos problemas para quedarme embarazada y gracias a los tratamientos que recibí a través de MAPFRE finalmente lo conseguimos. Desde el principio en la empresa me animaron a hacerlo y me apoyaron con todo el proceso. Mi hija vino cuando ya ni la esperábamos y eso nos hizo muy felices. Además, también me ayudaron a adaptar mi casa para tener las mejores condiciones para criarla en un entorno seguro. Cuando la niña nació, la casa ya estaba totalmente adaptada para ella.
¿Cuál crees que es la tarea pendiente de la sociedad en términos de inclusión?
Creo que hay camino por recorrer en lo que se refiere a adaptar las ciudades y los entornos físicos. No siempre las infraestructuras están adaptadas. Debemos tener en cuenta que no todos tenemos las mismas circunstancias. No es lo mismo que yo me caiga al suelo a que se caiga alguien que tiene brazos, por ejemplo. Es otra de las cosas que valoro de trabajar en MAPFRE, que todos los espacios que me rodean no suponen un problema o un límite para mí u otros compañeros con diferentes necesidades.
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