SOSTENIBILIDAD | 03.07.2025
Micromovilidad, la hermana pequeña (y sostenible) del transporte urbano
La movilidad representa uno de los mayores retos y oportunidades en la lucha contra el cambio climático. Frente a la urgencia de reducir emisiones, la micromovilidad emerge como una solución eficaz, accesible y transformadora. Bicicletas, patinetes y otros vehículos ligeros ya están cambiando el mapa del transporte urbano.
La movilidad es un factor decisivo en las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Según el IPCC, el transporte genera aproximadamente un 15 % de las emisiones totales de GEI y cerca del 2 % del CO₂ energético mundial. Otras fuentes estiman que las actividades de transporte representan casi una cuarta parte de las emisiones globales. Esto convierte a la movilidad en un blanco inevitable de las estrategias climáticas.
Sin embargo, la solución no se limita a electrificar vehículos convencionales: como apunta Erik Ojantakanen, CEO de Rhyde (startup que rehabilita patinetes y bicicletas eléctricas), «la electrificación es solo una parte de la transición a un planeta sostenible». En su opinión, hay que minimizar emisiones en toda la cadena de valor y «la mejor forma de hacerlo es prolongar la vida útil de cada aparato». Es decir, más que sustituir sin más todos los automóviles por coches eléctricos, la descarbonización exige también cambios en la demanda de transporte, el fomento del transporte público y de formas de desplazamiento más ligeras, como la micromovilidad.
Micromovilidad para impulsar la transición
La micromovilidad promueve el uso de vehículos ligeros para recorridos urbanos cortos, reduciendo las emisiones al aire libre. Suele referirse a medios de transporte individual de pequeña escala: bicicletas (manuales o eléctricas), patinetes eléctricos, scooters e incluso motocicletas ligeras eléctricas. El objetivo es eliminar las emisiones en los desplazamientos cortos en entornos urbanos mediante el uso de vehículos ligeros.
Entre sus beneficios, en primer lugar supone una mejora para la salud pública. Al emplear medios activos (pedaleo o manejo de vehículos eléctricos ligeros), los usuarios incorporan ejercicio físico en su rutina diaria.
A nivel medioambiental, destaca el nulo o muy bajo impacto de emisión directa. Estos vehículos no queman combustibles fósiles en su uso, por lo que no emiten CO₂ ni partículas contaminantes en el punto de circulación. Además, al ocupar mucho menos espacio, alivian la congestión urbana y el desgaste de las vías.
A nivel global, la tendencia es clara: las ciudades y gobiernos están incorporando la micromovilidad como pieza clave de sus planes de descarbonización. Un informe del Foro Económico Mundial predice que el uso del vehículo privado caerá del 66 % al 49 % del total de la demanda de movilidad para 2035, en paralelo a aumentos de la movilidad activa (peatonal y ciclista, del 9 % al 13 %) y del transporte público. Estas proyecciones reflejan que cada vez más viajes cortos serán realizados a pie, en bicicleta o en opciones compartidas.
Algunos ejemplos concretos ilustran esta tendencia. Las ciudades cada vez habilitan más carriles bici y zonas verdes que incentivan la micromovilidad como alternativa limpia. En Europa, tras la pandemia se añadieron 1.000 kilómetros de nuevas ciclovías y se aumentó el uso de la bici un 48 % en 2020. Países como Francia, Finlandia e Italia lideraron la inversión en ciclismo urbano, llegando a sumar más de 1.000 millones de euros en ayudas. En América Latina, instituciones como la Federación Internacional del Automóvil (FIA) han lanzado programas para impulsar la micromovilidad.
Las ciudades y gobiernos están incorporando la micromovilidad como pieza clave de sus planes de descarbonización
En el ámbito empresarial, las grandes plataformas de micromovilidad empiezan a posicionarse en el mercado avaladas por los datos. Lime, operador de e-scooters y bicicletas compartidas, señala que sus usuarios han realizado 450 millones de viajes, reemplazando unos 100 millones de viajes en automóvil y evitando más de 40.000 toneladas de CO₂. Es solo un ejemplo de cómo las soluciones ligeras y compartidas pueden complementar la descarbonización del transporte. Solo en Nueva York, su proyecto piloto de scooters en el Bronx sumó más de 1,2 millones de viajes desde su lanzamiento, lo que evitó 100 toneladas de emisiones y 275.000 viajes en automóvil.
En España también hay avances notables. Junto a proyectos empresariales concretos se empiezan a impulsar estrategias públicas: por ejemplo, la Estrategia de Movilidad Segura, Sostenible y Conectada 2030 del Gobierno español plantea fomentar la micromovilidad mediante más infraestructura urbana y regulaciones adaptadas. Programas como el de Madrid (BiciMAD) o los carriles bici de ciudades como Valencia o Barcelona son un punto de referencia. Todo ello muestra un marco global de acción creciente: los organismos internacionales, gobiernos y empresas están mostrando su compromiso con políticas que incluyen a la micromovilidad como aliada en la transición ecológica.
La seguridad vial, pieza clave en la transición
Para que esta transformación sea sostenible, también debe ser segura. La seguridad vial es un aspecto fundamental, a menudo subestimado, que debe ir de la mano del despliegue de vehículos ligeros. Fomentar el uso del casco, contratar un seguro de responsabilidad civil adecuado o evitar la circulación por aceras son cuestiones clave para proteger tanto a los usuarios como a los peatones.
Las normativas deben acompañar esta evolución, pero también la educación ciudadana: promover el respeto por las normas de circulación, el uso de luces y reflectantes por la noche, y una mejor convivencia entre diferentes tipos de movilidad es esencial para que el crecimiento de la micromovilidad no implique un aumento de la siniestralidad urbana.
En MAPFRE trabajamos cada día por una movilidad más sostenible, tanto dentro como fuera de la organización. A través de proyectos desarrollados por CESVIMAP o los equipos de innovación, apostamos por la innovación y el emprendimiento verde, apoyando startups que promueven modelos circulares y responsables. Un buen ejemplo de ello es nuestra colaboración con la arriba mencionada startup Rhyde
En esta línea, hemos decidido participar en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), para manifestar nuestro compromiso en la lucha contra el cambio climático y debatir sobre los riesgos y las soluciones que el sector puede aportar a la transición ecológica.
Tenemos la certeza de que la transición hacia una movilidad más sostenible no depende solo de nuevas tecnologías, sino de un cambio profundo en la manera en que nos desplazamos. Implica también una transformación cultural y de mentalidad: replantearnos nuestros hábitos diarios, priorizar alternativas más limpias y apostar por una movilidad que sea al mismo tiempo sostenible y segura.
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