FINANZAS | 09.07.2020
Las diversas caras de la inflación
Alberto Matellán
Economista jefe de MAPFRE Inversión
Los precios son la variable más importante para cualquier decisión económica.
Esas que tomamos todos los días en diferentes contextos, desde el gestor de activos profesional a la visita al supermercado. Pero dicha información se vuelve inútil si pierde fiabilidad.Y es que, si los precios dejan de ser comparables en el tiempo, las decisiones económicas y financieras se verían distorsionadas, lo que a su vez puede dar lugar a ineficiencias, reducción del bienestar, desigualdad y otros problemas sociales. Eso es lo que sucede cuando la inflación no es moderada y estable, como rezan los dogmas de la banca central moderna. De hecho, la inflación es clave para los inversores porque en gran parte determina los precios de los activos financieros y la actualización de las rentas de muchos activos reales. Pero esto último no impide que haya sido una variable menospreciada en los últimos años, cuando se ha asumido que la misma es inexistente o muy débil y seguirá así durante mucho tiempo.
Un problema del razonamiento anterior radica en el significado de inflación. Normalmente, nos referimos a la evolución de los precios al consumo, del IPC. Este es de hecho, el objeto de preocupación de los bancos centrales y de las autoridades económicas. Pero no es la única acepción. También se puede producir inflación de activos, cuando crece el precio de los activos financieros o reales. O el posible origen de las anteriores, un incremento en la cantidad de dinero. De hecho, el concepto original de inflación tiene mucha relación con un aumento desmedido de la oferta monetaria. Según algunos economistas pasados de moda, la fabriación de moneda sin una referencia real no sólo es un problema técnico, sino también social e incluso moral. Y es que, si se crea mucho dinero nuevo en poco tiempo, el uso de la moneda como unidad de medida pierde su sentido. Es como si repentinamente un metro o un kilogramo fuesen distintos hoy que hace tres meses; nuestro mundo sería mucho más complejo. Eso es lo que ocurre con los dólares y con los euros: hoy existe casi un 50% más de ellos que a principio de este año.
Si aplicamos lo anterior a la bolsa, y simplificando mucho, una acción que hace seis meses tuviera un valor de un euro, hoy valdría 1.5 euros sin que nada hubiera cambiado. Es más, si dicha acción, por fundamentales, hubiera caído un 25%, todavía seguiría valiendo (aproximadamente) un 25% más, en euros, que a principio de año. Eso es inflación de activos. Esta traslación es menos directa a los precios de consumo, ya que existen más pasos intermedios y otros elementos que también influyen, como la competencia entre empresas o la confianza de los compradores. Por eso, la clásica ecuación monetaria, que establece una relación directa entre la cantidad de dinero y la inflación de IPC lleva tiempo sin cumplirse. Pero eso no impide que el sentido común sea aplicable: si se imprime mucha cantidad de una moneda algún precio medido en esa moneda subirá, ya sea el de activos, bienes de consumo u otras monedas.
El efecto práctico de lo anterior es muy variable. Será positivo para aquellos agentes que sean capaces de hacer crecer sus ingresos y patrimonio al mismo nivel que la moneda, y negativo para los que no puedan hacerlo. El hecho de que se traslade más a inflación de activos que de IPC no deja de ser paradójicamente, un elemento de estabilidad social a corto plazo. El empeoramiento relativo es apenas percibido por los agentes más perjudicados, ya que no tienen base de comparación; no tienen activos que puedan perder. Por el contrario, si se traduce en incremento del IPC o incluso en variaciones de los precios relativos de consumo (por ejemplo, aumentando los alimentos), entonces sí puede llevar a
menos estabilidad social. Históricamente, el mayor factor desestabilizador de una sociedad es la incapacidad de los hogares para obtener sustento, lo que empeora con subidas de IPC, pero no necesariamente con los precios de los activos.
Muchos inversores me preguntan a menudo si la impresión de dinero masiva que está teniendo lugar se traducirá en inflación. Mi respuesta es ¿qué inflación? Si hablamos de aumento de la cantidad de dinero o de precios de activos impulsados por la misma, ya está ocurriendo. Si hablamos de IPC la respuesta no es clara. El aumento de la base monetaria se contrapone al elevado desempleo, a la confianza de los consumidores reducida y una política de tipos cero que resulta deflacionista en términos de consumo. Este equilibrio de fuerzas puede cambiar en el futuro, pero por ahora se mantiene.
Esto no significa que naveguemos a ciegas; algunas cosas sí sabemos. El riesgo de inflación de IPC al alza es más alto que el puesto en precio en los mercados financieros. Pero, en cualquier caso, la amenaza se produce en los dos sentidos. Las fuerzas se están acumulando tanto al alza como a la baja y cuando uno de los dos lados venza, el movimiento puede ser muy abrupto, sobre todo en las bolsas y la renta fija. Además, muchos de los gestores y decisores actualmente en el mercado no alcanzan la edad suficiente para haber trabajado y vivido en un entorno de inflaciones muy altas, por lo que posiblemente no se encuentren preparados para ello. Por otro lado, es la primera vez en la historia que el fenómeno de aumento monetario masivo se produce a escala global; un experimento de consecuencias desconocidas. Y es que el horizonte temporal en el que se desarrollan los problemas asociados a la impresión desmedida de moneda es muy superior al horizonte de decisión de las autoridades y de los gestores de fondos. Por eso, es razonable que no lo tengan en cuenta, más aún cuando parece la única solución para determinados problemas de corto plazo.
Por todo ello, la evolución de la inflación en el futuro no dependerá de la cantidad de dinero imprimida, sino de la asignación de la misma que hagan los agentes. Es, pues, un fenómeno más psicológico y social que técnico. Y por eso puede cambiar muy rápido. Pero en cualquier caso, un inversor debería pensar en ello por la protección de su patrimonio en lugar de asumir que será muy reducida sin reflexionar.