FINANZAS | 05.11.2020
Elecciones de EEUU: la economía no es el campo de batalla
Alberto Matellán
Economista Jefe de MAPFRE Inversión
El resultado de las elecciones americanas apunta a que tardaremos días o semanas en conocer el balance final de fuerzas, quizá hasta principios de 2021.
En la práctica, un resultado tan ajustado conduce a que las disposiciones económicas del nuevo gobierno se alejarán de las propuestas más extremas de cada caso, estando sesgadas por las alas más moderadas de cada partido. En el ámbito de la inversión, las políticas esperadas se pueden resumir en dos preguntas: si se va a ejecutar un fuerte estímulo fiscal durante el próximo año y cuáles son las medidas que pueden alterar el atractivo relativo de los sectores bursátiles.
Respecto a la primera, persisten las dudas debido a que la situación apunta a la posibilidad de bloqueo de este por parte de cualquiera de los dos partidos, de forma similar a como ocurrió hace algunas semanas. Sin embargo, y aunque los estímulos propuestos difieren en parte de sus aspectos técnicos, ambos partidos los apoyan. Además, el incentivo político al bloqueo es muy reducido, al no haber elecciones próximas y existir el riesgo de que los votantes puedan percibirlo negativamente. Por tanto, es muy probable un estímulo fiscal, quizá más potente si gobierna Trump por las características de sus propuestas, pero cuya incidencia final es reducida para el mercado. Posiblemente veamos volatilidad en tanto se dilucida su existencia, pero los factores que más mueven los activos en la actualidad son la política monetaria y la persistencia de la pandemia. El impacto de un eventual estímulo fiscal sobre los mismos es reducido.
Respecto a la segunda cuestión, las diferencias entre ambos se articulan en tres aspectos: impuestos, normativa y actividades relacionadas con el clima. Las propuestas de Trump apuntan a rebajas fiscales y desregulación. Biden pretende lo contrario, además de centrar gran parte del apoyo en las empresas que apuesten por “lo verde”. La rentabilidad agregada de la actividad empresarial, y por tanto de la inversión, parece superior bajo la fórmula republicana. La demócrata posiblemente favorecería las cuentas públicas, a cambio de limitar el impacto positivo de un eventual estímulo fiscal, ya que lo compensaría con mayores impuestos. En cualquier caso, de nuevo, se trata de efectos marginales. Los mercados financieros esperan la instauración de un nuevo ejecutivo a partir de enero y cuando esto ocurra probablemente pasarán a situar el foco en alguna otra cuestión.
Y es que, en lo relativo a cambios duraderos en la percepción de los inversores, apenas existen diferencias entre las posibles opciones de gobierno. Divergen más en otros aspectos sociales, ideológicos y conceptuales. Y si bien a largo plazo las visiones distintas de uno y otros sesgarán el futuro, la escasa diferencia en el resultado electoral no les permite aplicar agendas económicas extremas, lo que apunta a políticas continuistas. Por tanto, y en conclusión, veremos unas semanas de mucha volatilidad y ruido mediático, pero la realidad de los mercados a largo plazo depende más de otras cuestiones. Por ejemplo, la agitada industria de los procesadores o las circunstancias que rodean la frustrada salida a bolsa de Ant pueden alterar de forma más permanente la estructura económica mundial.