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ECONOMÍA| 20.06.2022

Educación financiera: diferencias entre productos financieros

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Los productos financieros son aquellos contratos que adquirimos con entidades como bancos, cajas y cooperativas de ahorro para gestionar, ahorrar e invertir nuestro dinero. Aunque esto pueda sonar algo abstracto, es algo con lo que todos nos relacionamos en nuestro día a día en mayor o menor medida. Así que por eso hoy os traemos algunas definiciones de educación financiera para que podáis tener claras las diferencias entre los productos financieros más habituales.

Podemos dividir los productos financieros en tres categorías:

  • Ahorro: cuentas corrientes y de ahorro, depósitos y otros.
  • Inversión: planes de pensiones, fondos de inversión o acciones.
  • Financiación: créditos y préstamos, hipotecas, etc.

Los más presentes en nuestro día a día

El Banco de España realiza de manera regular estudios de competencias financieras que contienen datos sobre los productos más habituales entre la población española. En su último estudio, se establecía que estos eran, en este orden, las tarjetas de crédito, los préstamos personales y las cuentas de ahorro, seguidos por los seguros, principalmente de vida y de salud.

Cuentas bancarias

Son el producto más esencial y pueden ser corrientes o de ahorro. No dejan de ser un tipo de depósito (depositamos nuestro dinero en una entidad), llamados “depósitos a la vista” ya que su característica esencial es que nos permiten disponer de nuestros fondos de manera inmediata.

Tradicionalmente la diferenciación entre ambas es que en una cuenta corriente se puede disponer de los fondos mediante cheques y en la de ahorro se utiliza una libreta. Actualmente esta diferencia no es significativa ya que ambas suelen usar las tarjetas como método para hacer pagos.

Las cuentas corrientes son las más comunes y son donde vinculamos nuestros ingresos (nóminas, pensiones y otros), domiciliaciones, tarjetas de crédito y débito, etc. Las pequeñas diferencias entre corriente y ahorro suelen radicar en el tipo de productos, como préstamos y amortizaciones, que podemos vincular a ellas y, en algunos casos, el tipo de interés que recibimos por mantener fondos en ellas, siendo algo más alto en el caso de las de ahorro, aunque muy bajo comparado con otros productos de ahorro.

Depósito bancario

A diferencia de las cuentas corrientes y de ahorro que hemos visto, los depósitos suelen ser a un plazo de tiempo determinado, fijado en nuestro contrato con la entidad. Esto quiere decir que durante ese plazo no podremos disponer del dinero depositado o, en el caso de hacerlo, deberemos pagar una comisión.

Es una opción de ahorro con un riesgo muy bajo o nulo, y de características sencillas al alcance de todos. Entregamos nuestro dinero a la entidad durante un plazo determinado y a su finalización obtenemos la cantidad entregada más los intereses pactados. Estos intereses que ofrecen los depósitos a plazo fijo son generalmente superiores que los que encontramos en las cuentas de ahorro.

Préstamo personal

Cuando necesitamos financiar algún gasto elevado o imprevisto, es habitual que recurramos a préstamos o créditos. Generalmente los préstamos personales se utilizan para la financiación de necesidades como la compra de un coche, reformas, estudios, viajes, etc.

En el caso de un préstamo, recibiremos de una única vez, al inicio del contrato, la cantidad de dinero solicitada o acordada con la entidad y, a partir de ese momento, comenzaremos a devolverla de forma financiada, junto a los intereses y comisiones marcados en el contrato, en los plazos pactados en forma de cuotas. El importe de la cuota mensual dependerá principalmente de tres elementos: dinero solicitado, plazo de devolución y tipo de interés.

Crédito al consumo

Los créditos al consumo son un tipo de préstamo que oscila entre los 200 y los 75000 euros y en el que podemos disponer del dinero en la cantidad y tiempo que necesitemos mientras dure el contrato, y no en una única vez al inicio como en el caso de los préstamos.

Aunque como en el caso de los préstamos deberemos devolver el dinero concedido, más intereses y comisiones, en forma de cuotas, tendremos la opción, con un crédito, de devolver parcial o totalmente el importe antes de su vencimiento y, si así se pacta, volver a disponer de ese importe.

 

Planes de pensiones

Son un tipo de producto financiero que situaríamos entre el ahorro y la inversión ya que nos permite hacer aportaciones puntuales o de forma periódica a un fondo que será invertido, con los perfiles de riesgo pactados, por la entidad que gestione el plan de pensión.

Estas aportaciones gozarán de importantes deducciones fiscales, a diferencia del resto de fondos disponibles como inversión.

El objetivo es que, llegado el momento necesario (la jubilación, por ejemplo), podamos retirar tanto el total del capital aportado como la rentabilidad que este haya generado a lo largo del tiempo en que hayamos mantenido activo el plan de pensiones.

 

Seguro

Todos, inevitablemente, podemos sufrir las consecuencias imprevistas de diferentes riesgos en algún momento de nuestra vida, ya sea un pequeño accidente de tráfico, una avería en nuestro hogar o cuestiones más complejas como largas enfermedades. Sea cual sea el tipo de riesgo y sus consecuencias, existe un producto financiero que nos protege: el seguro.

Esta forma de protegernos de los riesgos imprevistos implica pagar regularmente una cantidad a una entidad aseguradora, lo que nos permitirá, llegado el caso de ser necesario, recibir una compensación o servicio siempre que se presente una situación que hayamos establecido en la póliza (el contrato que establecemos con esa entidad. Esta aseguradora se encarga de reparar o indemnizar todo o parte del perjuicio producido.

 

Fondo de inversión

Si disponemos de unos pequeños ahorros que queremos invertir, uno de los productos financieros que podemos considerar sencillo para hacerlo es el llamado fondo de inversión. Esta forma de invertir diversificada tiene un perfil de riesgo y complejidad mucho más bajo que otros productos.

Se trata de una inversión colectiva, compuesta tanto por individuales como por empresas. El dinero de todas las aportaciones será gestionado por una entidad (por ejemplo, un banco) que decidirá qué inversiones se realizan y se encargará de gestionar las participaciones y beneficios en esas operaciones en base a las aportaciones de cada uno.

 

Tarjeta de crédito vs tarjeta de débito

Son el producto financiero más común y numeroso, y con el que más nos relacionamos en nuestro día a día de forma regular. Aun así, siguen existiendo confusiones sobre las características que diferencia a las tarjetas de crédito y las de débito.

Ambas tarjetas son herramientas prácticas para hacer pagos, retirar dinero y, en general, son mucho más seguras que el dinero en efectivo. La diferencia principal es que, en el caso de las tarjetas de débito, estas actúan como un modo de pago vinculado directamente a los fondos disponibles en la cuenta a la que la tarjeta esté vinculada. Esto quiere decir que el cargo se hace directamente sobre nuestros fondos en el momento del pago y, si no hay disponibilidad, el pago no puede realizarse. El importe de la compra o el dinero retirado en un cajero se carga en la cuenta de forma inmediata.

Las tarjetas de crédito, sin embargo, son métodos de pago que cuentan con un crédito asociado definido por (o pactado con) la entidad bancaria emisora de la tarjeta. Estos permiten los pagos con la tarjeta (hasta el límite acordado) de forma independiente a los fondos reales disponibles en nuestra cuenta en el momento de hacer ese pago. La deuda puede liquidarse totalmente a final de mes o parcialmente mediante una cuota fija. Esto permite flexibilidad en los pagos, como fraccionamientos, pero también incurrir en el pago de intereses cuando deban pagarse los gastos realizados.  Las comisiones que te cobran por el uso de esta tarjeta deben figurar en el contrato y cualquier modificación siempre debe haber sido comunicada.

Es importante usarlas con seguridad, por eso te dejamos por aquí algunos consejos que pueden serte muy útiles:

  • No anotes nunca el número secreto junto a la tarjeta y que tampoco se encuentre cerca, como en la cartera o en el bolso.
  • Tampoco dejes a la vista tu número de tarjeta, ni lo facilites a un desconocido.
  • No uses un número secreto con datos demasiado fáciles como tu cumpleaños, D.N.I. o similares.
  • Conserva siempre los justificantes y revísalos con los cargos cuando recibas el extracto mensual. Si recibes algún cargo que no reconoces, comunícalo enseguida a tu banco.
  • Apunta bien el número de teléfono del banco o usa la web/app de tu entidad para poder comunicar la pérdida de la tarjeta.
  • Almacena bien y/o destruye toda documentación que contenga tu nombre y número de tarjeta, como los recibos.
  • ¡Y por último! Recuerda que tu entidad nunca te llamará pidiéndote el número secreto de tu tarjeta, así que desconfía si esto te sucede y nunca se lo facilites a nadie.

 

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